domingo, 10 de abril de 2011

LA REVOLUCIÓN

LA REVOLUCIÓN

LOS ESTADOS GENERALES

Desde 1785, cuando Jacobo Necker debió dejar el Gobierno, y hasta 1788, Francia
decayó notablemente en todos sus aspectos; las finanzas del Estado y la sensación
 generalizada de desgobierno llevaron al Rey a convocar nuevamente al economista
desplazado para en serio empezara la gran reforma. Necker acepto gustoso el desafio,
 si bien sabia que para llevar adelante sus ideas, y con éxito, necesitaba del apoyo
incondicional de todas las instituciones del Estado. Para ello, y con el apoyo del
 Rey, se convocaron a los Estados Generales, que en Francia era la institución en
 la cual estaban representados todos los estamentos sociales del país, y que de
 acuerdo a la tradición era la cara visible de todo el pueblo, la cual estaba
olvidada por los reyes desde el año 1614.

Luis XVI convoco a los Estados Generales, e incluso hizo una gran concesión,
al otorgarle al Estado Llano o Tercer Estado el doble de representación; ya que
 Necker le había sugerido al rey el llamado decreto de desdoblamiento del tercer
estado. Cabe aclarar que los Estados Generales de Francia se conformaban de una
manera muy particular e injusta, ya que aquí estaba representado el país de acuerdo
a los tres grupos sociales existentes. Cada uno de estos tres ordenes sociales
aportaban trescientos miembros, deliberando cada estado por separado; pero a la hora
de la votación cada grupo o estado tenia un voto, con lo cual sumados el voto de los
 clérigos y el de la nobleza (compartían su punto de vista) se imponían dos a uno al
voto de la burguesía. Por eso, cuando Luis XVI le dio el doble de representación al
Tercer Estado la situación era la misma.

Este debate se prolongo varios días, y como no se llegaba a un consenso, los Estados
 Generales empezaron a deliberar de acuerdo a la tradición; redactando cada grupo sus
 peticiones y reformas en documentos llamados cuadernos para ser expuestas ante el rey
en las sesiones. Las peticiones contenían propuestas de los más variados temas, todos
los ordenes coincidían en la necesidad de una Constitución que garantizase la libertad
individual y la libertad de pensamiento; que definiese los derechos del rey y de la
nación, y que terminase con el absolutismo y la arbitrariedad; también pedían la convocatoria
regular de los Estados Generales, para preparar las leyes y votar los impuestos.

El 5 de mayo de 1789 se celebraron en Versalles su sesión inaugural en un ambiente de
entusiasmo, que se disipó cuando el rey leyó el discurso de apertura en el que advirtió
que solo debían reorganizar las finanzas del reino, y que estaba dispuesto a defender la
 plenitud de su autoridad real.

Terminada la sesión, el Tercer Estado invito a los otros ordenes a reunirse en una sola
Asamblea lo que implicaba aceptar la solución del voto por cabeza. Los nobles rechazaron
 el pedido; el clero no lo aceptó, pero tampoco lo rechazo en forma terminante.

Después de cinco semanas de negociaciones, el Tercer Estado advirtió a los otros que, si
no se resolvían a sesionar juntos, iniciaría las deliberaciones con sus solos componentes.
 Muchos representantes del clero, especialmente el bajo clero, se incorporaron al Tercer
 Estado, e impulsados por el religioso Sieyes el 17 de junio se constituyeron en Asamblea
 Nacional, alegando que ellos solos representaban al 96% de la nación. A continuación
proclamaron "ilegales y nulas todas las contribuciones que no hubiesen sido consentidas
expresamente por la nación, autorizando provisionalmente el cobro de los impuestos existentes
 y colocando a los acreedores del Estado bajo la garantía de la nación francesa". Este fue
 el primer acto revolucionario.

El rey cerro el salón en que se sesionaba, pero sus miembros se reunieron en un frontón vecino,
conocido como Cancha de Pelota, donde el 20 de junio de 1789, juraron solemnemente "no
separarse nunca y reunirse donde las circunstancias lo exigiesen, hasta que se estableciera
la Constitución del Reino.

Pero el rey y los miembros más importantes del clero y la nobleza se aliaron para derrotar el
 intento constitucionalista. Luis ordenó el cierre de todo tipo de establecimiento donde se
sesionara en conjunto; la reacción burguesa no se hizo esperar, y de la boca de un destacado
 noble rebelde, el conde de Mirabeau, la respuesta le llegó al rey: "Señor, id a decir a vuestro
amo que estamos aquí reunidos por la voluntad del pueblo y que no saldremos sino por la fuerza
de las bayonetas..."Con lo cual el desafío era abierto y flagrante. La autoridad del rey absolutista
 estaba siendo desafiada.

El rey se dirigió en persona a la "pretendida asamblea Nacional", cuyos actos declaró nulos, y
sostuvo que los tres órdenes debían sesionar por separado. La Asamblea no acató la indicación.

Entonces el monarca resolvió que clérigos y nobles se incorporaran a ella (27 de junio). Poco
después, la Asamblea acordó llamarse Constituyente reafirmando así su decisión de dar a Francia
su primera Constitución. La monarquía había sido vencida por la Asamblea, pues el poder real
quedaba virtualmente limitado por el de ésta.

Los revolucionarios fundaron en Versalles una sociedad política a la moda inglesa, que se
transformó en el Club de los Jacobinos, porque se reunían en el antiguo y deshabitado convento
de ese nombre.

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