lunes, 11 de abril de 2011

NAPOLEÓN BONAPARTE

NAPOLEÓN BONAPARTE

Napoleón nació el 15 de agosto de 1769 en Ajaccio (Córcega) y recibió el nombre de Napoleone.
Era el segundo de los ocho hijos de Carlos Bonaparte y Letizia Ramolino. Gracias a la influencia
 de su padre, la formación de Napoleón en Brienne y en la Escuela Militar de París estuvo
subvencionada por el propio rey Luis XVI. Terminó sus estudios en 1785 —a los 16 años— y sirvió
en un regimiento de artillería con el grado de teniente.

Una vez que dio comienzo la Revolución Francesa, pasó a ser teniente coronel de la Guardia
Nacional corsa (1791); sin embargo, cuando Córcega declaró su independencia en 1793, Bonaparte,
 decididamente partidario del régimen republicano, huyó a Francia con su familia. Fue nombrado
jefe de artillería del ejército encargado de la reconquista de Tolón, una base naval alzada en
armas contra la República. Reemplazó a un general herido, y, distribuyendo hábilmente sus cañones,
 expulsó del puerto a las naves británicas y reconquistó finalmente esta posición. Como
recompensa por su acción Bonaparte fue ascendido a general de brigada a la edad de 24 años.
En 1795 salvó al gobierno revolucionario restableciendo el orden tras una insurrección realista
desatada en París

LAS PRIMERAS CAMPAÑAS

Napoleón fue nombrado comandante del ejército francés en Italia en 1796. Derrotó sucesivamente
 a cuatro generales austriacos cuyas tropas eran superiores en número, y obligó a Austria y
 sus aliados a firmar la paz. En 1798 dirigió una expedición a Egipto, que se encontraba bajo
el dominio turco, para cortar la ruta británica hacia la India. Aunque conquistó este país, su
flota fue destruida por el almirante británico Horatio Nelson y el militar francés quedó
aislado en el norte de África tras ser derrotado en la batalla del Nilo. Bonaparte no se desanimó
 ante este contratiempo y se dedicó a la reforma de la administración y legislación egipcias:
la servidumbre y el feudalismo fueron abolidos y los derechos básicos de los ciudadanos
 garantizados. Los eruditos franceses que le habían acompañado en el viaje comenzaron a estudiar
 la historia del antiguo Egipto y a realizar diversas excavaciones arqueológicas, se descubrió
 la escritura geroglífica.

LA FRANCIA NAPOLEÓNICA

Napoleón decidió abandonar a su ejército y regresar a Francia (cargado de riquezas egiptas) para
 salvar el país ante la crisis del Directorio. Cuando llegó a París se unió a una conspiración
 contra el gobierno. Bonaparte y sus compañeros tomaron el poder durante el golpe de Estado
del 9-10 de noviembre de 1799 y establecieron un nuevo régimen, el Consulado. Según la nueva
constitución, Napoleón, que había sido nombrado primer cónsul, disponía de poderes casi dictatoriales.
 Más tarde en 1802, otorgó carácter vitalicio a su consulado y, finalmente, se proclamó
emperador en 1804, siempre con el apoyo total del pueblo, que lo consideraban un héroe. El
electorado mostró su respaldo absoluto a cada una de estas reformas. Bonaparte cruzó los Alpes
con un ejército en 1800 y derrotó a los austriacos en la batalla de Marengo, con lo que su poder
 quedó afianzado. Entabló negociaciones para restablecer la paz en Europa. Asimismo, firmó el
Concordato de 1801 con el Papa Pío VII, que apaciguó los ánimos en el interior del país al poner
fin al enfrentamiento con la Iglesia católica, originado desde el inicio de la Revolución.
En cuanto a la política interior, Napoleón reorganizó la administración, simplificó el sistema
judicial y sometió a todas las escuelas a un control centralizado. La legislación civil francesa
 quedó tipificada en el Código de Napoleón y en otros seis códigos que garantizaban los derechos
y libertades conquistados durante el periodo revolucionario, incluida la igualdad ante la ley y
la libertad de culto.

LAS GUERRAS DE CONQUISTA

Gran Bretaña, irritada por la hostilidad de las acciones de Napoleón, reanudó la guerra naval con
Francia en abril de 1803. Dos años después, Rusia y Austria se unieron a Gran Bretaña en la Tercera
 coalición. Napoleón descartó su plan de invadir Inglaterra y dirigió sus ejércitos contra las
fuerzas austro-rusas, a las que derrotó en la batalla de Austerlitz el 2 de diciembre de 1805.
Conquistó el reino de Nápoles en 1806 y nombró rey a su hermano mayor, José; se tituló rey de
Italia (1805), desintegró las antiguas Provincias Unidas (hoy Países Bajos), y fundó el reino de
 Holanda, al frente del cual situó a su hermano Luis, y estableció la Confederación del Rin
 (que agrupaba a la mayoría de los estados alemanes) que quedó bajo su protección. Fue entonces
cuando Prusia y Rusia forjaron una nueva alianza y atacaron a la confederación. Napoleón aniquiló
al ejército prusiano en Jena y Auerstedt (1806) y al ruso en Friedland. En Tilsit (julio de 1807),
estableció un acuerdo con el zar Alejandro I por el que se reducía enormemente el territorio de
Prusia; también incorporó nuevos estados al Imperio: el reino de Westfalia, gobernado por su hermano
 Jerónimo, y el ducado de Varsovia, entre otros.

Durante este tiempo Bonaparte había impuesto el Sistema Continental en Europa, que consistía en
un bloqueo sobre las mercancías británicas con el propósito de arruinar el poderoso comercio de
Gran Bretaña. Conquistó Portugal en 1807 y en 1808 nombró a su hermano José rey de España, tras
lograr la abdicación de Fernando VII en Bayona e invadir el país. La llegada a España de José
Bonaparte recrudeció la guerra de la Independencia española. Napoleón se trasladó a España durante
 un tiempo y consiguió varias victorias, pero la lucha se reanudó tras su partida, prolongándose
durante cinco años la guerra entre las tropas francesas y las españolas. Este conflicto supuso un
gran desgaste humano y económico para Francia que contribuyó al debilitamiento final del Imperio
 napoleónico.

LA EUROPA NAPOLEÓNICA

El Código Napoleónico se implantó en todos los Estados creados por el Emperador. Se abolieron el
feudalismo y la servidumbre y se estableció la libertad de culto (salvo en España). Le fue otorgada
 a cada Estado una constitución en la que se concedía el sufragio universal masculino y una
declaración de derechos y la creación de un parlamento; fue instaurado el sistema administrativo y
judicial francés; las escuelas quedaron supeditadas a una administración centralizada y se amplió el
sistema educativo libre de manera que cualquier ciudadano pudiera acceder a la enseñanza secundaria
sin que se tuviera en cuenta su clase social o religión. Cada Estado disponía de una academia o
instituto destinado a la promoción de las artes y las ciencias, al tiempo que se financiaba el trabajo
 de los investigadores, principalmente el de los científicos. La creación de gobiernos constitucionales
siguió siendo sólo una promesa, pero el progreso y eficacia de la gestión fueron un logro real.

Para América Latina, la figura de Napoleón Bonaparte es fundamental. Su intervención en España, las
 abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII, la entrega del trono español a su hermano José, que reinó
 en España y las Indias con el título de José I, son elementos básicos para entender los movimientos
 de emancipación y las guerras hispanoamericanas por su independencia.

LA CAÍDA DE NAPOLEÓN

La alianza de Bonaparte con el zar Alejandro I quedó anulada en 1812 y Napoleón emprendió una campaña
 contra Rusia que terminó con la trágica retirada de Moscú. Después de este fracaso, toda Europa se
 unió para combatirle y, aunque luchó con maestría, la superioridad de sus enemigos imposibilitó su
 victoria.Llegó a Francia y marchó sobre París tras vencer a las tropas enviadas para capturarle,
iniciándose el periodo denominado de los Cien Días. Establecido en la capital, promulgó una nueva
Constitución más democrática y los veteranos de las anteriores campañas acudieron a su llamada,
comenzando de nuevo el enfrentamiento contra los aliados. El resultado fue la campaña de Bélgica,
que concluyó con la derrota en la batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815. En París las multitudes
le imploraban que continuara la lucha pero los políticos le retiraron su apoyo, por lo que abdicó
en favor de su hijo, Napoleón II. Marchó a Rochefort donde capituló ante el capitán del buque británico
Bellerophon. Fue recluido entonces en Santa Elena, una isla en el sur del océano Atlántico. Permaneció
 allí hasta que falleció el 5 de mayo de 1821.

domingo, 10 de abril de 2011

EL ARTE EN LA FRANCIA REVOLUCIONARIA

EL ARTE EN LA FRANCIA REVOLUCIONARIA

Durante los primeros años la revolución se caracterizo por su destrucción al arte, miles de obras,
 esculturas y edificios, como el palacio de las Trullerias, fueron destruidos por los revolucionarios.
 Ya que eran signos del absolutismo. A mediados del siglo, apareció simultáneamente en Francia e
Italia una reacción contra la estética barroca determinada por muchas y variadas causas. Las ideas
enciclopedistas e ilustradas, fueron de gran influencia, las criticas con las costumbres de la
sociedad del Antiguo Régimen, contra la Iglesia, así como los nuevos descubrimientos arqueológicos,
 despertaron en Europa la atención hacia el arte clásico, naciendo el neoclasicismo.

El fundamento de la teoría neoclásico del arte se halla en el concepto aristotélico de mimesis,
según el cual el arte ha de procurar reproducir fielmente la realidad, de acuerdo con unas normas
racionales.

La protección que Napoleón dispenso a los artistas mas representativos del estilo neoclásico
 favoreció considerablemente la difusión del mismo. De cualquier modo, el neoclasicismo coexistió
aun con estas tendencias durante bastante tiempo, pero apagándose poco a poco hasta llegar a
convertirse en el estilo academicista que ha representado el símbolo de la mas total decadencia
hasta épocas muy recientes.

Los ejemplos mas representativos de las épocas doradas del neoclasicismo se encuentran en Francia,
 país cuya burguesía, imbuida por la ideología ilustrada que exalto el racionalismo, encontró en
las civilizaciones clásicas el modelo cívico y artístico que buscaba. El neoclasicismo fue, en
consecuencia, el estilo de la revolución.

ARQUITECTURA

Con el neoclasicismo, los arquitectos, cansados de las fantasías ornamentales del barroco, desecharon
 toda decoración. Los elementos formales y estructurales neoclásicos fueron la columna y el
frontón. La línea recta se impuso y se respetó la desnudez de los muros con el ánimo de conseguir
efectos de masa y monumentalismo. La arquitectura civil domino sobre la religiosa, pues las
necesidades de la sociedad burguesa potenciaron la construcción de edificios públicos, mercados,
bibliotecas, museos, etcétera. Con la protección napoleónica de la arquitectura neoclásica, París
 se convirtió en una ciudad moderna y monumental. En Francia, Claude Nicholas Ledoux diseñó un
pabellón (1771) para la condesa du Barry en Louveciennes y una serie de puertas para la ciudad de
París (1785-1789). Ambos casos ejemplifican la fase inicial de la arquitectura neoclásica francesa;
sin embargo, sus obras más tardías comprendían proyectos (que nunca se llegaron a ejecutar) para una
 ciudad ideal en la cual los edificios quedaban reducidos, con frecuencia, a formas geométricas
desornamentadas. Después de que Napoleón fuese nombrado emperador en el año 1804, sus arquitectos
oficiales, Charles Percier y Pierre François Fontaine, trabajaron para llevar a cabo su deseo de
transformar París en la capital más importante de Europa imitando el estilo opulento de la arquitectura
imperial romana. La arquitectura de estilo imperio se ejemplifica en construcciones como el arco de
triunfo del Carrousel del Louvre, diseñado por Percier y por Fontaine, y los Campos Elíseos, diseñados
 por Fontaine; ambos trabajos, iniciados en el año 1806 se encontraban lejos del espíritu de la obra
visionaria de Ledoux. El Arco del Triunfo, que tiene 50 metros de alto y 45 de ancho, está situado en
el extremo occidental de los Campos Elíseos de París. En sus muros interiores se hayan inscritos los
nombres de numerosos generales y victorias de Napoleón.

Fuera de Francia, las tendencias neoclásicas se plasmaron en edificios civiles tales como la Puerta de
 Bradeburgo en Berlín o el Teatro Real obra del alemán Karl Friedrich Schinkel

Ejemplos de arquitectura inglesa inspirada en los modelos griegos son el Banco de Inglaterra de John
Soane así como el pórtico del Museo Británico por Robert Smirke. En Estados Unidos se desarrolló una
variante del neoclasicismo, el estilo federal. El modelo para el edificio del Capitolio de Thomas Jefferson
 en Richmond, Virginia (1785-1789), fue el templo romano del siglo I la Maison-Carrée en Nimes, Francia.

Las figuras más representativas de la arquitectura neoclásica española fueron, entre otros, Ventura
 Rodríguez (palacio de los duques de Liria), el italiano Sabatini, autor de la Puerta de Alcalá en Madrid,
y Juan de Villanueva, que hizo el Museo del Prado de Madrid. Las figuras más representativas de la
arquitectura neoclásica española fueron, entre otros, Ventura Rodríguez (palacio de los duques de Liria),
 el italiano Sabatini, autor de la Puerta de Alcalá en Madrid, y Juan de Villanueva, que hizo el Museo
del Prado de Madrid

PINTURA

La influencia de la estatuaria clásica en la concepción de las figuras, el predominio del dibujo sobre el
 color, y las composiciones claras, sencillas y estéticas, son las características más relevantes de la
 pintura neoclásica.

El artista más representativo fue el francés Jacques-Louis David, uno de los máximos exponentes de la
pintura neoclásica. Su Juramento de los Horacios (1784-1785, Louvre, París) exalta el tema del patriotismo
estoico. El cuadro neoclásico concebido como espacio arquitectónico y el friso como cita de figuras,
reflejan la preocupación neoclásica de composición lógica y clara. Los perfiles definidos y una luz dura
proporcionan a estas figuras la cualidad de estatuas. Los trabajos realizados por David, encargados por
Napoleón, como la Coronación de Napoleón y Josefina (1805-1807, Louvre) están muy alejados del esplendor
 y del poder que emanaba la ceremonia.


A comienzos de la década de 1790 los artistas empezaron a pintar imitando las siluetas representadas en
la cerámica griega. El exponente más destacado de esta manifestación fue el inglés John Flaxman, cuyos
 grabados de líneas simples, para las ediciones de la Iliada y la Odisea de Homero sustituían la perspectiva
 tradicional, la luz y el modelado, por diseños de líneas puras. Uno de los alumnos más aventajados de
David, heredero de su trayectoria e intérprete de la tradición clásica fue Jean August Dominique Ingres
que adoptó la doble dimensionalidad de la obra de Flaxman, tal y como puede apreciarse en su obra Los
embajadores de Agamenón (1801, Escuela de Bellas Artes, París).

ESCULTURA

Dado que la escultura en Europa ha estado muy influida por las formas clásicas desde el renacimiento, los
principios neoclásicos han sufrido menor impacto que en otras manifestaciones artísticas. En general, los
 escultores neoclásicos tienden a plasmar poses contorsionadas en mármoles de colores característicos del
último barroco o del rococó, preferentemente contornos limpios, una reposada actitud y formas idealizadas
 ejecutadas en mármol blanco.

Los primeros ejemplos de escultura neoclásica fueron realizados por artistas en contacto directo con el
 círculo de Winckelman en Roma. Entre otros escultores hemos de citar a John Tobias Sergel, quien de
regreso a su Suecia natal llevó el nuevo estilo al norte de Europa, y los ingleses Thomas Banks y Joseph
Nollekens quienes introdujeron el estilo en su país. No obstante, la figura dominante en la historia de
la escultura neoclásica fue el italiano Antonio Canova que se convirtió en miembro del círculo de Roma
 en el año 1780; después de haber abandonado el estilo barroco, buscó en el estilo neoclásico la severidad
y la pureza del arte antiguo. Teseo y la muerte del minotauro (1781-1782) reflejan más la calma de la
 victoria que la propia contienda; ésta fue la primera obra de Canova en su nuevo estilo, y le proporcionó
fama inmediata.

A la muerte de Canova el artista danés Bertel Thorvaldsen heredó su prestigiosa posición de escultor en
 Europa. Sus múltiples encargos internacionales permitieron mantener el estricto neoclasicismo como la
corriente dominante en la escultura hasta mediados del siglo XIX. El estilo fue llevado a Estados Unidos
por uno de sus amigos, Horatio Greenough y continuado por Hiram Powers un artista estadounidense que
 residió durante bastante tiempo en Italia, autor del célebre Esclavo griego (1843) del cual se han
realizado numerosas réplicas.

ARTES DECORATIVAS

estilo neoclásico se extendió también a las artes decorativas. Alrededor del año 1760, Robert Adam realizó
muebles con motivos grecorromanos. Introducido en Francia, este estilo simple y clásico empezó a ser
conocido como estilo etrusco y fue favorecido por la corte de Luis XV. Con adaptaciones posteriores de
diseño clásico, inspiradas en los hallazgos arqueológicos, se desarrolló como un estilo elegante conocido
como Luis XVI, propiciado por la familia real durante la década de 1780. En cerámica, el estilo neoclásico
 lo hallamos en la cerámica de Josiah Wedgwood en Inglaterra, para la que Flaxman realizó muchos diseños,
y en la porcelana de Sèvres en Francia.

En la época de Napoleón I, las residencias reales más antiguas fueron redecoradas para el uso oficial, de
acuerdo con los planes diseñados por Percier y Fontaine: muebles, porcelanas, tapices, todo ello con
 diseños y motivos grecorromanos. Interpretados como un todo, los interiores definían el estilo imperio
 en las artes decorativas que fueron muy pronto imitadas en toda Europa.

INVENTOS Y DESCUBRIMIENTOS

El enciclopedismo y la ilustración abrió las puertas para el desarrollo ilimitado de las ciencias. Isaac
Newton cambió la manera de entender la física y la astronomía; los hermanos Montgolfier inauguraron los
viajes aéreos con su rudimentario globo aerostático; Papin ideo una maquina que luego seria la madre de
todos los artefactos impulsados por el vapor, y que el escocés Jacobo Watt perfeccionaría de manera
 notable, dándole vía libre a lo que luego seria llamado la revolución industrial; Volta estableció que
 la electricidad podía transmitirse por medio de los metales, y Franklin, con su pararrayos avanzo en lo
 relativo a la electricidad. En la química, el irlandés Roberto Boyle rechazo las tradicionales ideas de
los alquimistas medievales, con lo cual le dio a esta ciencia un amplio campo de conocimientos, pero con
seguridad que quien mas se destaca en esta ciencia es el francés Antonio Lavoisier, a quien recordamos por
ser el creador de la nomenclatura básica de la química. El biología, Linneo estableció la división de la
naturaleza en tres reinos; en matemática Lagrange se merece honores por sus avances en lo referido al calculo
 y al álgebra. Hay que recordar que la medicina avanzo notablemente, entre ellos la aplicación de la vacuna
 antivariólica de Edwar Jenner, la que permitió case erradicar el terrible flagelo de la viruela, enfermedad
 que acabo con la vida de numerables europeos de la época. Una rama que creció fue la Arqueología tanto en
 Grecia, como en Egipto descifrando la nomenclatura egipcia, en la época de Napoleón.

EL RÉGIMEN DEL TERROR.

EL RÉGIMEN DEL TERROR.

Si bien la Francia revolucionaria triunfaba en el frente de batalla contra austriacos y
prusianos; en el campo interno las cosas no estaban del todo bien. En 1793 estallaron en
 distintas provincias del interior una serie de insurrecciones promovidas por elementos
 promonárquicos y católicos, los cuales manifestaban militarmente su oposición a la muerte
 del rey y a la abolición de la monarquía. Tales hechos, que al principio no fueron
tomados en cuenta por la Convención de Paris, con el tiempo empezaron a preocupar a las
 autoridades republicanas; u mucho más cuando uno de los más famosos generales franceses
se pasó al bando enemigo. Por ello los miembros más exaltados de la Convención, es decir
los jacobinos, pidieron la cesación de un gobierno central que tuviese el suficiente
poder como para destruir a los enemigos interiores y exteriores de la Republica; creándose
así el tristemente celebre Comité de Salvación Publica.

Este estaba integrado por nueve miembros, elegidos por la Convención, cuya tarea era
coordinar las políticas para el aplastamiento de los contrarrevolucionarios. Dominado
por los jacobinos, este Comité empezó a usar de manera arbitraria los poderes dictatoriales
que le habian sido conferidos; y entre sus golpes más trascendentales destaca el arresto y
la posterior ejecución de las mas destacados miembros del partido girondino o moderado, con
lo cual pronto todo el gobierno quedo en manos de los exaltados jacobinos, cuyas cabezas
visibles eran Maximiliano Robespierre, Jorge Santiago Danton y Juan Pablo Marat.

Un hecho terrible daría comienzo, en julio de 1793, a la etapa más sangrienta y brutal de
la Revolución Francesa. Ese año la joven Carlota Corday, partidaria del partido girondino
que había sido exterminado, entro en la casa del jacobino Marat y de una certera puñalada
mató a uno de los hombres mas destacados del momento. Alegando los jacobinos que la Republica
 estaba en peligro, el Comité de Salvación Publica desato el régimen del terror. Fue un año,
 entre julio de 1793 y el mismo mes de 1794, en que toda Francia se tiñó de sangre, de
maldad y de crueldad. Miles de personas, por el simple hecho de ser sospechosos a los ojos
 del Comité y del populacho bajo que lo sostenía, fueron muertas de las maneras más horrendas.
Ahogamientos masivos, degollamientos, fusilamientos, ahorcamientos y los espectáculos
siniestros de la guillotina se cobraron la vida de miles de franceses inocentes. Y como
dijo una destacada girondina antes de ser ejecutada, la señora Roland: "Libertad, cuantos
crímenes se cometen en tu nombre."

Otro hecho lamentable y que muestra la ferocidad de la Revolución en este nefasto tiempo
fue la destrucción sistemática de las iglesias católicas de Paris y el establecimiento, por
parte de la municipalidad de isa cuidad, del culto de la diosa Razón. Esta herejía buscaba
 borrar de la memoria y del corazón de la gente el amor y la fe por Cristo, pues los
revolucionarios jacobinos mediante estas acciones perversas querían castigar a la Iglesia
por el apoyo que el Papa le daba a los contrarrevolucionarios. Miles de sacerdotes fueron
perseguidos y ejecutados, así como otros fueron obligados por la fuerza a abjurar de su fe
y a contraer matrimonio. El nuevo culto inaugurado por el exaltado jacobino Hebert negaba
toda posibilidad de creencia en un ser superior, exaltado jacobino Hebert negaba toda
posibilidad de creencia en un ser superior, manifestando que la doctrina católica era un
conjunto de irrealidades y ridiculeces. Tal dogma fue, sin duda alguna fue producto de las
obras que años antes muchos ilustrados racionalistas difundieron por medio de la Enciclopedia.

LA DICTADURA DE ROBESPIERRE.

Maximiliano Robespierre era un verdadero fanático revolucionario, que más que la gloria
 personal perseguía el pleno triunfo de su ideología, la cual se sustentaba en un principio
claro: el Estado debía concentrar todo el poder para proceder a repartir de manera igualitaria
 la riqueza. Si, Robespierre tenia en mente una especie de socialismo; que si bien no pudo
 triunfar porque su líder fracasó en el intento, dejo una profunda marca que se manifestaría
plenamente en el siguiente siglo.


El hombre que era la cabeza del jacobinismo sabia que para hacer realidad sus planes debía
librarse de dos peligrosos enemigos; uno de ellos era la coalición de monárquicos, católicos
 y fuerzas extrajeras que desde adentro y desde afuera amenazaban a al Republica. El otro
enemigo, mucho mas peligrosos pues no era tan visible como los opositores manifiestos, lo
componían sus mismos compañeros de partido. Danton y Hebert, cada uno cabeza de distintas
facciones dentro del partido más revolucionario, tenían objetivos y métodos distintos para
consolidar el triunfo alcanzado; y por eso se volvían elementos peligrosos. Robespierre quería
 ser él quien hiciera realidad las promesas de la Revolución; y como en cierta manera se
consideraba un elegido o salvador, solo eliminando a aquellos que le podrían hacer sombra
alcanzaría el triunfo. Y a eso se aboco.

Santiago Hebert, quien comandaba la Comuna de Paris, era quien lideraba la facción más
sanguinaria dentro del partido jacobino; Y creía que exagerando las persecuciones y ejecuciones
de los sospechosos podría afianzarse la Republica. Por el contrario, Danton encabezaba la parte
del partido más proclive a detener la violencia y encauzar el país por la senda de la ley y del
orden pacifico. Pero entre ambos grupos estaba Robespierre, quien callado esperaba que, como en
 una guerra descarnada, ambas facciones se destruyeran. Y así ocurrió. El grupo de Danton acusó a
 los de Hebert, llamados rabiosos, de querer destruir la Republica; Y el Comité de Salvación
Publica presidido por Robespierre condenó a muerte a sus principales lideres, entre ellos al fogoso
Hebert. Pero al poco tiempo, y pretextando connivencia entre Danton y los extranjeros enemigos,
Robespierre pudo dar su golpe final: un comité revolucionario encontró a Danton y a sus partidarios
culpables de traición, por lo cual la hoja fría de la guillotina cayo sobre ellos.

Maximiliano, el primer dictador moderno, exigió una gran cuota de sangre para afianzar la Republica;
 y por temor a al ira de este tirano, el pueblo asentía y asesinaba. Sumido todo el país en él más
horroroso terror, Robespierre vio que era el momento de hacerse él el amo y señor de Francia; Y frente
a los diputados de la Convención pronuncio un encendido discurso en el cual pidió que se purgaran
de supuestos enemigos a todas las instituciones republicanas, entre ellas el Comité de Salvación
 Publica. Pero la jugada no le salió como el dictador quería, y en vez de aceptar calladamente sus
ordenes, los diputados manifestaron su oposición a la política del terror. Había llegado el fin
 de la etapa oscura y sangrienta, las tropas enviadas por la Convención lo detuvieron e inmediatamente
 lo hicieron probar el remedio que el tantas veces utilizo: la guillotina.

Caído el régimen del terror, la Convención Legislativa se aboco a eliminar todo vestigio de él; y
 como primer paso se decidió nuevamente reformar la Constitución Nacional. Se restringió el voto y
se estableció una republica aristocrática burguesa.

Así cuando ya terminaba el año de 1795, Francia contaba con su tercera constitución, la cual
establecía un esquema de gobierno distinto de los anteriores, pues ahora el Poder Ejecutivo pasaba
a desempeñarlo un Directorio de cinco miembro, elegidos por el Legislativo. Careciendo de una figura
convocante y carismática, el gobierno empezo a hundirse en medio de los desastres económicos, las
 revueltas sociales, las divergencias políticas entre los partidos y la guerra contra los Estados
absolutistas. Así, ante tanto desastre empezó a brillar el nombre de un destacado militar, quien ya
había derrotado a los austriacos en Italia y había pasado a Egipto, siempre llevando triunfantes los
 colores de Francia. Ese hombre era Napoleón Bonaparte.

LA REVOLUCIÓN DEL 10 DE AGOSTO Y EL NACIMIENTO DE LA REPUBLICA

LA REVOLUCIÓN DEL 10 DE AGOSTO Y EL NACIMIENTO DE LA REPUBLICA

El manifiesto del duque probo la complicidad de Luis XVI con los invasores
(mas bien la cómplice total era su esposa Maria Antonieta, austriaca), y
provoco la revolucion popular. Los insurgentes crearon una Comuna revolucionaria
y marcharon sobre las Tullerais donde después de varias horas de lucha, el
palacio fue forzado por los revolucionarios, arrestando al rey.

La revolución popular del 10 de agosto tuvo grandes consecuencias.

   1. Se suspendió al rey, cesando por consiguiente la vigencia de la constitución.
   2. Se nombro en Consejo Ejecutivo Provisional, dirigido por Dantón.
   3. Se elegiría, por sufragio universal, una convención encargada de revisar la Constitución.
   4. Se reconocía la Comuna de Paris como poder legitimo del Estado. Esta
comuna estaba en manos de los jacobinos, dirigidos por Robespierre y Marat.

Grandes multitudes desfilaban por las calles de París, cantando la Marsellesa
 y destruyendo símbolos del poder rea, como las flores del lis y las estatuas
de los antiguos reyes. Ante el peligro inminente de la invasión la Asamblea
proclamó a la patria en peligro, y Danton pronuncio entonces un famoso discurso,
 en que exhortaba a los ciudadanos a armarse y salir en defensa de Francia.

Entretanto, la comuna de París organizó una represión sumaria contra los
sospechosos de ser partidarios del antiguo régimen y cómplices de los invasores
(nobles y sacerdotes en su mayoría) que habían sido arrestados después del 10 de
agosto, desencadenando las matanzas de septiembre en que millares de personas
 fueron ejecutadas sin juicio legal..

Los convencionales fueron republicanos y demócratas, pero entre ellos se distinguieron
 tres grupos. Los girondinos, que ocupaban las bancas de la derecha del presidente;
 entendían que la revolución debía hacerse legalmente, respetando las libertades
 individuales. A la izquierda se ubicaron los montañeses, que se hallaban en las
 gradas más altas del salón. En este sector estaban los antiguos jacobinos, a los
que se les habían unido los franciscanos. A diferencia de los girondinos, creían que
el triunfo de la revolución debía asegurarse, sin reparar en los medios, porque por
encima de todo debía prevalecer la salvación publica. Los principales dirigentes
 montañeses fueron Robespierre, Dantón y Marat, de singular prestigio. En el centro
de la convención se encontraba la mayoría de la asamblea a la que se solía denominar,
indistintamente, centro, llanura o pantano.

Mientras las tropas austro-prusianas más amenazaban las fronteras francesas, más se
exaltaba el odio hacia todo aquel y todo aquello que defendiera o tuviera relación con
 la monarquía depuesta. Miles de nobles y sacerdotes que no habían aceptado la
desobediencia al Papa empuesta por la Constitución Civil del Clero, fueron masacrados
 en las cárceles francesas. Turbas de asesinos del bajo pueblo entraban en estos
recintos para cometer verdaderas barbaridades. Violaciones, torturas y masacres comenzaron
 a ser escenas corrientes en la Francia republicana; e incluso el maxi8mo símbolo de la
monarquía, el Palacio de las Tullerias fue incendiado y derruido. El temor se había
apoderado de todos, pues cualquiera podía ser acusado y sin juicio ser asesinado por el populacho.

Pero a pesar de que los ejércitos austro-prusianos estaban mejor dotados, la suerte de
las armas favoreció a los revolucionarios. El 20 de septiembre de 1792, en la batalla de
Valmy, las tropas francesas derrotaron abrumadoramente a los ejércitos de la coalición
extranjera. Con ese impulso de ánimo comenzó la ofensiva francesa. La convención, llevada
por el entusiasmo, declaró, en nombre de la nación francesa, "que ofrece su ayuda y
fraternidad a todos los pueblos que quisieran recuperar su libertad". Esto equivalía a
una declaración de guerra a toda Europa.

Envalentonados por el triunfo de Valmy, la Convención abolió la monarquía, cosa que ocurrió
dos días después del triunfo militar. Había nacido la Republica Francesa, la cual como
primer acto estableció que el rey debía ser juzgado. El proceso fue terrible y dramático,
pues se estaba juzgando a la persona que por años encarnó el más absoluto de los regímenes
 políticos; cosa que transformaba al proceso en una verdadera batalla entre lo viejo y lo
 nuevo. El rey tenia prácticamente su destino decidido, pues su cabeza era pedida por todo
 el pueblo; y el día 16 de enero de 1793 la Convención que lo juzgaba lo encontró culpable
 de estar aliado con los reyes extranjeros y con los emigrados con el fin de destruir la
 Republica. Terminaba el ciclo del absolutismo francés, y con el también empezarían a caer
los demás regímenes autoritarios que dominaban Europa.

El 21 de enero de ese mismo año, Luis XVI, moría en medio del silencio popular que colmaba
la Plaza de la Revolución. Aloja afilada de la guillotina desgarro su cuello, y al instante
 de caer en una cesta su cabeza ensangrentada, el verdugo la tomo de los pelos y la mostró
a la muchedumbre que miraba azorada el espectáculo increíble. Con este acto la monarquía
absolutista acababa de ser decapitada y comenzaba la más espeluznante etapa de la historia
 francesa.

LA REVOLUCIÓN POPULAR DEL 14 DE JULIO Y EL FIN DE LA MONARQUÍA

LA REVOLUCIÓN POPULAR DEL 14 DE JULIO Y EL FIN DE LA MONARQUÍA

Entre tanto, se preparaba un golpe militar para disolver la Asamblea mediante mercenarios extranjeros al servicio del rey. Se
disolvería la asamblea, se arrestaría a los diputados y se saquearía la ciudad. Cuando se supo que el rey había destituido a
Necker, todos creyeron que comenzaba el golpe militar contrarrevolucionario.

La excitación popular era estimulada por elocuentes oradores-como el periodista Camilo Desmoulins-, y por la acción subrepticia
de los partidarios del duque de Orleáns, primo del rey. El pueblo reunió toda clase de armas, saqueando armerías y arsenales.

El 14 de julio el pueblo asalto la Bastilla, la prisión del Estado, y símbolo del absolutismo. Este edificio antiguo, de la
época medieval, era un castillo-cárcel, donde antiguamente se encerraba a los opositores políticos; pero el día del asalto
solo se encontraron 7 presos comunes. Mas allá de esta anécdota, la caída de la Bastilla significa la destrucción del absolutismo
 y daba comienzo a la participación del pueblo en la política francesa.

El rey cedió entonces. Ordeno el alejamiento de las tropas extranjeras de Versalles, designo nuevamente a Necker como ministro
 y fue a Paris para recibir, de manos del marques de La Fayette – jefe de la guardia nacional, milicia de ciudadanos que se
había creado en esos días-, el emblema de la revolución, la escarapela tricolor: con los colores rojo y azul, de la ciudad de
Paris, y blanco, de la monarquía.

El 14 de julio salvó a la Revolución, comprometida por el golpe militar monárquico y dio a la Asamblea el respaldo de una
fuerza hasta entonces desconocida. Se organizo la guardia nacional en París y se difundió al interior

También provoco la migración de príncipes y altos jefes del ejercito. Desencadeno una revolución agraria y social. Los campesinos
 en armas asaltaron castillos y residencias señoriales, buscando los documentos en que se consignaban los antiguos derechos
feudales; incendiaron los edificios de las oficinas de recaudación de los impuestos, que tan desconsideradamente les gravaban.
Destruyendo así el régimen feudal.

La asamblea, al saberlo, lo aniquilo legalmente, los constituyentes declararon "la injusticia de derechos adquiridos en tiempos
 de ignorancia y de tinieblas", y dispusieron "la destrucción completa del régimen feudal", aboliendo los impuestos, tributos
y tasas propios del régimen.

La Asamblea formuló los principios fundamentales del nuevo régimen, que fueron consignados el 27 de agosto de 1789 en la
"Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano."Este documento no fija solamente derechos y libertades para el hombre
francés de 1789, sino para todos los hombres, de todos los tiempos y de todas las regiones del mundo.

Estableció en primer término, que la soberanía residía en la nación, de quien delegaba toda la autoridad. El rey no era mas
que un delegado, un mandatario del pueblo. Este principio tiene sus bases en el Contrato social de Rousseau y por los redactores
 de la constitución norteamericana.

En segundo lugar que el pueblo expresa su voluntad soberana por medio de la ley, que debía ser la misma para todos, y a cuya
formación tienen derecho a concurrir todos. En el antiguo régimen, en cambio las leyes eran distintas según la clase social.

En tercer lugar fue la separación de los poderes como lo preconizo Montesquieu.

Estableció que los hombres poseen derechos anteriores al Estado y que el fin de este es garantizarlos. Esos derechos son naturales,
 es decir, inherentes a la propia calidad humana; imprescriptibles, vale decir, que no pueden perderse por efecto del tiempo;
inalienables o que no pueden renunciarse, y sagrados. Estos derechos naturales son la libertad, la igualdad, la propiedad, la
seguridad, libre opinión y la resistencia a la opresión. Entre otras declaraciones del documento.

El rey demoró más de un mes en aprobar los decretos que destruían al antiguo régimen. Ante esta demora se creyó en una
contrarrevolución y se obligó al rey y su corte a instalarse en París. Luego de aprobados los decretos, la asamblea siguió
 sesionando. Resolvió que todos los bienes de la Iglesia pasaran a poder de la nación, a cambio de lo cual esta se hizo cargo
de los gastos eclesiásticos. En agosto de 1790 la Constituyente reorganizó la Iglesia, colocándola bajo el dominio del Estado
por la llamada constitución civil del clero. Los sacerdotes y obispos eran elegidos sin intervención del Papa, por mayoría de
votos, por los mismos ciudadanos que sufragaban en las elecciones políticas. El Papa no acepto esta medida naciendo una fuerte
oposición católica, pues la mayoría de la población era católica. El Estado obligó al clero a jurar su adhesión a la nueva
organización civil, y solo una reducida minoría lo hizo. La reforma religiosa provoco también, una honda reacción en el espíritu
profundamente católico del rey, decidiéndolo a romper, definitivamente, con la Revolución y huir al extranjero.

Luis XVI consiguió escapar de Paris con su familia en junio de 1791, pero fue detenido en la localidad de Varennes y traído
prisionero a París.

LA CONSTITUCIÓN DE 1791. La asamblea trabajó mas de dos años, en la preparación de la primera constitución francesa, aprobada en
 1791, constitución moderada, para una monarquía liberal, al estilo ingles. Se dividió el poder en ejecutivo, legislativo y
judicial. El primero era ejercido por un monarca, con el título de "rey de los franceses, por la gracia de Dios y por la voluntad
 de la nación". Era inviolable e irresponsable, y nombraba los ministros que habían de acompañarle en sus tareas. Sancionaba
 las leyes que votaba la Asamblea Legislativa, pero en caso de desacuerdo podía vetarlas. El poder legislativo fue desempeñado
 por una sola cámara, la Asamblea Legislativa, compuesta por 745 deputados. El poder judicial fue desempeñado por jueces elegidos
 por el pueblo.

Se crearon gobiernos local: las comunas. El sistema electoral fue censatario, ya que solo podían votar los llamados ciudadanos
activos, que pagaban ciertas contribuciones. El rey juró solemnemente acatarla y cumplirla en todos sus detalles
( 14 de septiembre de 1791)

INESTABILIDAD INTERIOR EN FRANCIA

Diversas circunstancias crearon un ambiente desfavorable para la consolidación de la monarquía constitucional.

En primer termino el propio rey quien buscó ayuda extranjera para acabar con la revolución.

En segundo lugar, los nobles difamaron el nuevo régimen y trataron de conseguir la invasión de Francia por las fuerzas imperiales.

En tercer lugar, los católicos, indignados con la constitución civil del clero, se sublevaron en algunas regiones de Francia.

Por ultimo, los mismos revolucionarios estaban divididos. Los constitucionales, o fuldenses, sostenían la aplicación
estricta de la Constitución y el mantenimiento integral de los poderes del rey. Los jacobinos buscaron reformar la constitución,
 reduciendo los poderes del rey. Entre los jacobinos se destacó un núcleo de diputados llamados los girondinos, que provenían del
 departamento de la Gironda, este grupo desarrolló una profunda política cada vez mas violenta contra Luis XVI. Para
 desenmascarar al rey, y con la ilusión de extender por Europa los principios revolucionaros, los girondinos propiciaron
la guerra, convencidos que con ella unificarían a los patriotas frente a enemigos comunes; como en toda historia siempre
están los erráticos creyentes de que la guerra llevará a la libertad. El otro grupo eran los llamados cordeleros o franciscanos,
de tendencia republicana, acaudillados por Dantón, joven abogado de gran popularidad, y por el periodista Marat, carecían
de influencia en la Asamblea, pero la tenían entre le pueblo de París.

El rey, para aplacar a los girondinos, sustituyo algunos de sus ministros fuldenses por otros de aquella filiación. El
ministerio girondino obligó a Luis XVI a aprobar la declaración de guerra contra Austria. Los ejércitos revolucionarios,
carentes de jefes y oficiales, retrocedieron en desorden ante el enemigo, y la Asamblea Legislativa promulgó tres decretos,
que agravaron el conflicto con el rey. El primero licenciaba una parte de la guardia real; el segundo, deportó a los
 sacerdotes refractarios y el tercero, formo un ejercito para la defensa de París. El rey vetó estos decretos y destituyo al
ministro girondino.

Millares de parisienses armados se dirigieron a el palacio de las Tullerías y desfilaron tumultuosamente ante el monarca,
reclamando a gritos el levantamiento del veto, pero no se retractó. Los sucesos internacionales eran cada vez más desfavorables
 para Francia. Prusia se plegó a Austria y sus ejércitos invadieron Francia. El general prusiano, duque de Brunswick, declaró
 que sus tropas "querían librar al rey y a su familia del cautiverio en que lo tienen los revolucionarios" y que si el rey era
amenazado, "Paris seria castigada con una ejecución militar y una destrucción total".

LA REVOLUCIÓN

LA REVOLUCIÓN

LOS ESTADOS GENERALES

Desde 1785, cuando Jacobo Necker debió dejar el Gobierno, y hasta 1788, Francia
decayó notablemente en todos sus aspectos; las finanzas del Estado y la sensación
 generalizada de desgobierno llevaron al Rey a convocar nuevamente al economista
desplazado para en serio empezara la gran reforma. Necker acepto gustoso el desafio,
 si bien sabia que para llevar adelante sus ideas, y con éxito, necesitaba del apoyo
incondicional de todas las instituciones del Estado. Para ello, y con el apoyo del
 Rey, se convocaron a los Estados Generales, que en Francia era la institución en
 la cual estaban representados todos los estamentos sociales del país, y que de
 acuerdo a la tradición era la cara visible de todo el pueblo, la cual estaba
olvidada por los reyes desde el año 1614.

Luis XVI convoco a los Estados Generales, e incluso hizo una gran concesión,
al otorgarle al Estado Llano o Tercer Estado el doble de representación; ya que
 Necker le había sugerido al rey el llamado decreto de desdoblamiento del tercer
estado. Cabe aclarar que los Estados Generales de Francia se conformaban de una
manera muy particular e injusta, ya que aquí estaba representado el país de acuerdo
a los tres grupos sociales existentes. Cada uno de estos tres ordenes sociales
aportaban trescientos miembros, deliberando cada estado por separado; pero a la hora
de la votación cada grupo o estado tenia un voto, con lo cual sumados el voto de los
 clérigos y el de la nobleza (compartían su punto de vista) se imponían dos a uno al
voto de la burguesía. Por eso, cuando Luis XVI le dio el doble de representación al
Tercer Estado la situación era la misma.

Este debate se prolongo varios días, y como no se llegaba a un consenso, los Estados
 Generales empezaron a deliberar de acuerdo a la tradición; redactando cada grupo sus
 peticiones y reformas en documentos llamados cuadernos para ser expuestas ante el rey
en las sesiones. Las peticiones contenían propuestas de los más variados temas, todos
los ordenes coincidían en la necesidad de una Constitución que garantizase la libertad
individual y la libertad de pensamiento; que definiese los derechos del rey y de la
nación, y que terminase con el absolutismo y la arbitrariedad; también pedían la convocatoria
regular de los Estados Generales, para preparar las leyes y votar los impuestos.

El 5 de mayo de 1789 se celebraron en Versalles su sesión inaugural en un ambiente de
entusiasmo, que se disipó cuando el rey leyó el discurso de apertura en el que advirtió
que solo debían reorganizar las finanzas del reino, y que estaba dispuesto a defender la
 plenitud de su autoridad real.

Terminada la sesión, el Tercer Estado invito a los otros ordenes a reunirse en una sola
Asamblea lo que implicaba aceptar la solución del voto por cabeza. Los nobles rechazaron
 el pedido; el clero no lo aceptó, pero tampoco lo rechazo en forma terminante.

Después de cinco semanas de negociaciones, el Tercer Estado advirtió a los otros que, si
no se resolvían a sesionar juntos, iniciaría las deliberaciones con sus solos componentes.
 Muchos representantes del clero, especialmente el bajo clero, se incorporaron al Tercer
 Estado, e impulsados por el religioso Sieyes el 17 de junio se constituyeron en Asamblea
 Nacional, alegando que ellos solos representaban al 96% de la nación. A continuación
proclamaron "ilegales y nulas todas las contribuciones que no hubiesen sido consentidas
expresamente por la nación, autorizando provisionalmente el cobro de los impuestos existentes
 y colocando a los acreedores del Estado bajo la garantía de la nación francesa". Este fue
 el primer acto revolucionario.

El rey cerro el salón en que se sesionaba, pero sus miembros se reunieron en un frontón vecino,
conocido como Cancha de Pelota, donde el 20 de junio de 1789, juraron solemnemente "no
separarse nunca y reunirse donde las circunstancias lo exigiesen, hasta que se estableciera
la Constitución del Reino.

Pero el rey y los miembros más importantes del clero y la nobleza se aliaron para derrotar el
 intento constitucionalista. Luis ordenó el cierre de todo tipo de establecimiento donde se
sesionara en conjunto; la reacción burguesa no se hizo esperar, y de la boca de un destacado
 noble rebelde, el conde de Mirabeau, la respuesta le llegó al rey: "Señor, id a decir a vuestro
amo que estamos aquí reunidos por la voluntad del pueblo y que no saldremos sino por la fuerza
de las bayonetas..."Con lo cual el desafío era abierto y flagrante. La autoridad del rey absolutista
 estaba siendo desafiada.

El rey se dirigió en persona a la "pretendida asamblea Nacional", cuyos actos declaró nulos, y
sostuvo que los tres órdenes debían sesionar por separado. La Asamblea no acató la indicación.

Entonces el monarca resolvió que clérigos y nobles se incorporaran a ella (27 de junio). Poco
después, la Asamblea acordó llamarse Constituyente reafirmando así su decisión de dar a Francia
su primera Constitución. La monarquía había sido vencida por la Asamblea, pues el poder real
quedaba virtualmente limitado por el de ésta.

Los revolucionarios fundaron en Versalles una sociedad política a la moda inglesa, que se
transformó en el Club de los Jacobinos, porque se reunían en el antiguo y deshabitado convento
de ese nombre.

John Locke

John Locke (1632-1704), pensador inglés, máximo representante de la doctrina filosófica del empirismo.

El empirismo de Locke hizo hincapié en la importancia de la experiencia de los sentidos en la búsqueda
del conocimiento en vez de la especulación intuitiva o la deducción

Locke criticó en sus dos Tratados sobre el gobierno civil (1690) la teoría del derecho divino de los
 reyes y la naturaleza del Estado tal y como fue concebido por el filósofo y teórico político inglés
Thomas Hobbes. Afirmaba que la soberanía no reside en el Estado sino en la población, y que el Estado
es supremo pero sólo si respeta la ley civil y la ley natural. Mantuvo más tarde que la revolución no
sólo era un derecho, sino, a menudo, una obligación, y abogó por un sistema de control y equilibrio en
 el gobierno, que tenía que tener tres ramas, siendo el poder legislativo más importante que el ejecutivo
 o el judicial. También creía en la libertad religiosa y en la separación de la Iglesia y el Estado.

Otro importante personaje que si bien era estadounidense tuvo importantes influencias en Francia, este
 es Benjamin Franklin (1706-1790), filósofo, político y científico estadounidense, cuya contribución
 a la causa de la guerra de la Independencia estadounidense y gobierno federal instaurado tras la misma
le situaron entre los más grandes estadistas del país. En 1775 Franklin viajó a Canadá para conseguir
su apoyo y cooperación en la guerra en favor de las colonias. A su regreso fue uno de los cinco miembros
 del comité designado para redactar la Declaración de Independencia. En septiembre del mismo año fue
 elegido como delegado para conseguir la ayuda económica de Francia. Superando la virulenta oposición
del ministro de Finanzas francés Jacques Necker logró obtener sustanciosas concesiones y préstamos de
Luis XVI de Francia, gracias al prestigio que tenía en este país como científico, y a la integridad e
ingenio que desplegó durante las negociaciones. Como dignatario de una de las más distinguidas logias
masónicas de Francia, Franklin tuvo oportunidad de conocer a muchos personajes que posteriormente se
convirtieron en figuras destacadas de la Revolución Francesa, sobre cuyo pensamiento político ejerció
 una gran influencia pese a oponerse a los cambios por medio de la violencia.

PENSAMIENTO ECONÓMICO

Pero si las ideas políticas cambiaban notablemente, otorgándole al pueblo un papel que hasta entonces
nunca antes había tenido; en lo referido a las ideas económicas los cambios también fueron notables.
Hasta ahora la economía Europea era atrasada, si bien la burguesía y el comercio que tal clase
desarrollaba, progresó notablemente con respecto a la época medieval; pero también es necesario decir
 que la libertad burguesa para transformar con sentido lucrativo la naturaleza, estaba muy condicionada.
 Los reyes para dotar sus enormes presupuestos recurrían al recurso tradicional, los impuestos, y es
 obvio decirlo que estos afectaban notablemente a la clase burguesa.

La economía de la Europa moderna se sentó solidamente sobre dos principios básicos: quien dirige y
controla el devenir económico es el Estado; y la base de la riqueza es la acumulación de dinero metálico,
 se le conoció con el nombre de mercantilismo. Para esta teoría la base del comercio era el intercambio
de productos, es decir el comercio internacional; siempre produciendo ganancia para el Estado,
las exportaciones siempre debían ser mayores a las importaciones.

En un principio el mercantilismo les atrajo a los burgueses, pero con el tiempo las intromisiones del
Estado en la economía y las trabas monopolicas impuestas por este empezaron a afectarlos y a disgustarlos.
Entonces comenzaron a surgir nuevas ideas económicas, las de los fisiócratas y la de los liberales.

La fisiocracia tuvo por dirigentes a los franceses Quesnay y Gournay.

Quesnay (1694-1774) sostuvo que Dios había establecido leyes naturales y perfectas, que regulaban toda la
economía, la que por ello debía disfrutar de libertad. Agrego que la verdadera fuente de riqueza era la
tierra, y que, por consiguiente, la única actividad que realmente crea riquezas es la agricultura. Gournay
 (1712-1759) agrego que, además de la tierra existía otra importante fuente de riqueza: la industria.
Propugno la supresión de las corporaciones y de los reglamentos, para lograr la libertad de la producción,
así como la supresión de las prohibiciones y de los monopolios, para obtener la libertad de vender y comprar.
Planeo la reforma fiscal, por la cual se establecía un impuesto sobre la tierra, cualquiera fuese su dueño.

El liberalismo nace de la mano de Adam Smith (1723-1790), economista y filósofo británico, cuyo famoso
tratado Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, más conocida por su nombre
abreviado de La riqueza de las naciones (1776), constituyó el primer intento de analizar los factores
determinantes de la formación de capital y el desarrollo histórico de la industria y el comercio entre
los países europeos, lo que permitió crear la base de la moderna ciencia de la economía.

En La riqueza de las naciones, Smith realizó un profundo análisis de los procesos de creación y distribución
de la riqueza. Demostró que la fuente fundamental de todos los ingresos, así como la forma en que se distribuye
 la riqueza, radica en la diferenciación entre la renta, los salarios y los beneficios o ganancias.
La tesis central de este escrito es que la mejor forma de emplear el capital en la producción y distribución
de la riqueza es aquella en la que no interviene el gobierno, es decir, en condiciones de laissez-faire y de
librecambio. Según Smith, la producción y el intercambio de bienes aumenta, y por lo tanto también se eleva el
 nivel de vida de la población, si el empresario privado, tanto industrial como comercial, puede actuar en
 libertad mediante una regulación y un control gubernamental mínimos. Para defender este concepto de un gobierno
no intervencionista, Smith estableció el principio de la "mano invisible": al buscar satisfacer sus propios
intereses, todos los individuos son conducidos por una "mano invisible" que permite alcanzar el mejor objetivo
social posible. Por ello, cualquier interferencia en la competencia entre los individuos por parte del gobierno será perjudicial.

Ambas ideologías tenían un punto en común el rechazo de la participación del Estado en la economía y el querer
la plena y total libertad para el desarrollo privado de la economía; sin embargo diferían, para la fisiocracia
la base de la riqueza de un estado era el trabajo de la tierra y para los liberales el libre comercio.

Jean-Jacques Rousseau

Jean-Jacques Rousseau

ean-Jacques Rousseau (Ginebra, Suiza, 28 de junio de 1712 - Ermenonville, Francia, 2 de julio de 1778) fue un escritor, filósofo
y músico definido como un ilustrado, siendo parte de sus teorías una reforma a la Ilustración y prefigurando al posterior Romanticismo.

Las ideas políticas de Rousseau influyeron en gran medida en la Revolución francesa, el desarrollo de las teorías republicanas y
el crecimiento del nacionalismo. Su herencia de pensador radical y revolucionario está probablemente mejor expresada en sus dos
más célebres frases, una contenida en El contrato social: «El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado»; la otra,
contenida en su Emilio o de la Educación: «El hombre es bueno por naturaleza», de ahí su idea de la posibilidad de una educación.

Debido a motivos religiosos, la familia Rousseau se exilió a Ginebra cuando era independiente. Allí, Suzanne Bernard (1673,
Ginebra - ibídem, 1712) e Isaac Rousseau (1672, Ginebra - 1747, Nyon) tuvieron a su hijo Jean-Jacques Rosseau o Juan Jacobo
Rosseau. Nueve días después de dar a luz, Suzanne, hija del calvinista Jacques Bernard y madre de Rosseau, falleció. El pequeño
Rousseau consideró a sus tíos paternos como sus segundos padres, debido a que desde muy pequeño pasó mucho tiempo con ellos y ellos
 fueron los que cuidaron a este pequeño.

Cuando Rousseau tenía 10 años (1722), su padre se exilió por una acusación infundada y él quedó al cuidado de su tío Samuel.
 Con esta familia disfrutó de una educación que él consideraría ideal, calificando esta época como la más feliz de su vida. Junto
a su primo, Rousseau fue enviado como pupilo a la casa del calvinista Lambercier durante dos años (1722-1724). A su regreso en
1725 trabajó como aprendiz de relojero y, posteriormente, con un maestro grabador (aunque sin terminar su aprendizaje), el tuvo
la suficiente experiencia.
Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes.
El contrato social

Con un carácter inestable y difícil, Rousseau sufría una manía persecutoria. Es por eso que a los 16 años (1728) abandona su ciudad
 natal, justificando este hecho en sus posteriores memorias con supuestas injusticias y dificultades de las que era objeto.

Tras un tiempo peregrinando, llegó y se estableció en Annecy, siendo tutelado por Madame de Warens, una dama ilustrada que le ayudó
en educación y en su afición por la música. A ojos de Rousseau, la Madame sería una madre y una amante. Residió seis semanas en
 Montpellier por una enfermedad grave y a su regreso fue preceptor en Lyon y tuvo contacto con Fontenelle, Diderot o Marivaux.
Forjando un carácter de "paseante solitario" mientras recorría kilómetros y kilómetros por los Alpes, Rousseau ejerció de periodista.

En 1745, con 33 años, vuelve a París, donde inicia un affair con Thérèse Levasseur y contacta con Voltaire, D'Alembert, Rameau y,
de nuevo con Diderot. Es en esta época cuando escribe sus obras mas reconocidas. Cuando la Academia Francesa, en 1750, propuso el
 siguiente dilema, ¿Contribuyen las artes y las ciencias a corromper al individuo?, Rousseau ganó respondiendo que sí, siendo
para él las artes y las ciencias una decadencia cultural.

A partir de aquí, la fama llama a su puerta. Empieza a asistir a salones parisinos y abandona a su mujer. Ataca a Rameau y la
música francesa en la Querelle des Buffons con el apoyo de los enciclopedistas y su por aquel entonces íntimo amigo Frédéric-Melchior
 Grimm.
Retrato de Jean-Jacques Rousseau, por Allan Ramsay, en el año 1766, Galería Nacional de Escocia.

Su carácter y sus opiniones, por otro lado, lo distancian de la mayoría de sus conocidos. A raíz de la aventura amorosa de Grimm
 con Madame d'Épinay, antigua amante suya que le había construido la casita campestre de el Hermitage, Rousseau se siente traicionado
y atacado, y rompe con todo el mundo.

La publicación de el Emilio, o De la educación y de El contrato social lo hacen tremendamente impopular, hasta el punto de que
 le destierran de Francia; marcha a Suiza, donde es acogido como protegido de Lord Keith, pero su casa en Môtiers es apedreada
por una turba furiosa en 1765.

Su amigo Hume lo acogió junto a Thérèse en Inglaterra, viviendo retirados en el campo durante dos años (1765-1767) debido a la
opinión que la mayoría de ingleses tenían de él: un loco, malo y peligroso hombre que vive en pecado con Thérèse.

En 1767, con 55 años, volvió a Francia con un nombre falso. Allí se casó con su amada Thérèse un año más tarde. En 1770 se le
permitió regresar oficialmente con la condición de que no publicase nada más.

Escribió sus memorias, las Confesiones, y se dedicó a vivir de sus patrones y lecturas públicas que hacía de ellas. En 1772 Mme
d'Epinay, escandalizada por lo que Rousseau relata de su relación con ella, pide a la policía que prohíban tales lecturas. Con
una salud mental resquebrajada definitivamente, se alejó del mundo. Aunque siguió escribiendo, el daño que le habían causado los
 ataques de Voltaire y otros personajes de la época, más su deterioro mental, le llevan a sentirse perseguido y despreciado,
apartándose finalmente de la vida publica sin poder aprovechar la fama y el reconocimiento de su obra que inspiraría al romanticismo.

Retirandose a Ermenonville, Rousseau falleció de un paro cardíaco en 1778. Murió a los 66 años.

Político y social

Rousseau produjo uno de los trabajos más importantes de la época de la Ilustración;[2] a través de su Contrato Social, hizo
surgir una nueva política.[3] Esta nueva política está basada en el volonté générale, voluntad general, y en el pueblo como
soberano. Expone que la única forma de gobierno legal será aquella de un estado republicano, donde todo el pueblo legisle;
independientemente de la forma de gobierno, ya sea una monarquía o una aristocracia, no debe afectar la legitimidad del Estado.[4]
Rousseau le da gran importancia al tamaño del Estado, debido que una vez la población del estado crece, entonces la voluntad de
 cada individuo es menos representada en la voluntad general, de modo que mientras mayor sea el estado su gobierno debe ser más
 eficaz para evitar la desobediencia a esa voluntad general.[5]

En sus estudios políticos y sociales Rousseau desarrolló un esquema social en el cual el poder recae sobre el pueblo, argumentando
que es posible vivir y sobrevivir como conjunto sin necesidad de un último líder que fuese la autoridad. Es una propuesta que se
 fundamenta en la libertad natural con la cual, Rousseau explica, ha nacido el hombre. En El Contrato Social, Rousseau argumenta
que el poder que rige a la sociedad es la voluntad general que mira por el bien común de todos los ciudadanos.[6] Este poder sólo
 toma vigencia cuando cada uno de los miembros de una sociedad se une mediante asociación bajo la condición, según expone Rousseau,
de que "Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y cada miembro
 es considerado como parte indivisible del todo."[7] En fin, Rousseau plantea que la asociación asumida por los ciudadanos debe ser
 "capaz de defender y proteger, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno de los asociados, pero de modo tal
que cada uno de éstos, en unión con todos, sólo obedezca a sí mismo, y quede tan libre como antes."[7]



La obra rousseauniana argumenta que esta asociación de los hombres no es algo natural.[8] El hombre sale de su estado natural de
libertad porque le surgen necesidades de supervivencia que le imponen la creación de algo artificial, ya que el hombre no es
sociable por naturaleza y no nació para estar asociado con otros. Es voluntariamente que se unen los unos a los otros y fundamentan
este vínculo con el desarrollo de la moralidad y la racionalidad para satisfacer las necesidades que la naturaleza le ha impuesto.
 La moral y la razón se hacen evidentes en la sociedad al establecer un modelo normativo capaz de crear un orden social que evite
la dominación de unos sobre otros y que involucre una representación participativa de todos los miembros de la sociedad.[9]

Mediante El Contrato Social, Rousseau le abre paso a la democracia. En la misma, todos los miembros reconocen la autoridad de la
razón para unirse por una ley común en un mismo cuerpo político, ya que la ley que obedecen nace de ellos mismos.[10] Esta sociedad
recibe el nombre de república y cada ciudadano vive de acuerdo con todos. En este estado social son necesarias las reglas de la
conducta creadas mediante la razón y reflexión de la voluntad general que se encarga de desarrollar las leyes que regirán a los
 hombres en la vida civil.[10] Según Rousseau, es el pueblo, mediante la ratificación de la voluntad general, el único calificado
para establecer las leyes que condicionan la asociación civil.[11] De acuerdo a la obra de Rousseau, todo gobierno legítimo es
republicano, es decir, una república emplea un gobierno designado a tener como finalidad el interés público guiado por la voluntad
 general. Es por esta razón, que Rousseau no descarta la posibilidad de la monarquía como un gobierno democrático, ya que si los
 asociados a la voluntad general pueden convenir, bajo ciertas circunstancias, la implementación de un gobierno monárquico o
aristocrático, entonces tal gobierno será legítimo, con la condición que sea ratificado por la voluntad general y vele por el
bien común.[10]


En su modelo político, Rousseau le atribuye la función de soberano al pueblo. A este término no le atribuye características que
 designan a una sola clase o nación, sino la representación de una comunidad de los que desean formar un Estado y vivir bajo las
 mismas leyes que son la expresión de la voluntad general. El pueblo, como soberano, debe llevar a cabo una deliberación pública,
 que ponga a todos los ciudadanos asociados en un plano de igualdad, en la cual el cuerpo no puede decidir nada que atente contra
 los intereses legítimos de cada uno. Entonces, es la función del soberano responder a todos, ya que sin esto no existiría Estado
 ni soberanía, pero no puede llevar a cabo o implementar más de lo que es necesario y estipulado por el bien común.

Las leyes en la república de Rousseau están desarrolladas conforme al orden social, establecido por la naturaleza del pacto social
y no por las convenciones humanas de un sólo individuo. Las leyes deben fundamentarse en las convenciones que traducen en reglas
las exigencias de la racionalidad y moralidad humana, a la misma vez, que no atentan contra el ideal de la justicia que impone que
 todos los asociados se respeten los unos a los otros.[10] Rousseau establece que las reglas de la asociación deben ser el resultado
 de la deliberación pública, ya que en ella se encuentra el origen de la soberanía. Las leyes nacidas de la deliberación no serán
 justas y la soberanía no será legítima si la deliberación no respeta el interés común y si los ciudadanos no aceptan las condiciones
 por las que las reglas son iguales para todos.[10] Estas leyes no instituyen ninguna forma específica de gobierno, sino que fijan
las reglas generales de la administración y definen la constitución, por la cual el pueblo ha de regirse, ya que son la máxima expresión
 de la voluntad general.

El ideal político planteado por Rousseau en El Contrato Social se basa en la autonomía racional. Esta es la asociación que supone
el reino de la ley común, en la cual cada uno de los asociados, al entregarse al pacto social, se obedece a sí mismo debido a que
las leyes se fundamentan en la voluntad general, en la cual cada ciudadano es a su vez legislador, al deliberar públicamente en la
 creación de las reglas, y súbdito, al someterse libremente a la obediencia de las mismas.[10]

El ideal político de El Contrato Social puede realizarse bajo cualquier forma de gobierno. Rousseau argumenta que cualquier forma
de gobierno es válida y legítima si se ejerce dentro de los parámetros regidos por la ley común. En su obra, Rousseau define una
república como "todo Estado regido por leyes, cualquiera que sea su forma de administración".[7]

En el modelo político de Rousseau, el pueblo aparece en una doble dimensión, en la cual, es sujeto y objeto del poder soberano.[8]
 Cada individuo es sujeto de la soberanía porque entrega todos sus derechos a la comunidad, pero, a la misma vez es objeto porque,
 al ser parte de un todo, se los entrega a sí mismo. Al establecerse este pacto, la soberanía reside en el pueblo y, como resultado,
 la misma es inalienable, indivisible, absoluta e infalible, ya que es contradictorio que el soberano como pueblo implemente algo
 contra sí mismo como súbdito.[8]

Lo que caracteriza el modelo político que Rousseau desarrolla en El Contrato Social es la voluntad general. La misma se diferencia
 de la voluntad de todos por su carácter universalista y su aspecto normativo. No es una voluntad cualitativa, sino que se forma por
 una cualificación moral, en la cual, se requiere que los hombres actúen de acuerdo a los intereses universalistas.[8] Una vez se
forma esta voluntad, su mandato es inapelable, ya que lo que persigue es el interés colectivo que no es diferente del interés
individual. Es por ello, que si algún asociado intentase resistir la voluntad general, se verá obligado por el cuerpo social a
obedecerle.

Rousseau concebía la democracia como un gobierno directo del pueblo. El sistema que defendía se basaba en que todos los ciudadanos,
 libres e iguales, pudieran concurrir a manifestar su voluntad para llegar a un acuerdo común, a un contrato social. En El contrato
social diría que «toda ley que el pueblo no ratifica, es nula y no es ley» y que «la soberanía no puede ser representada por la misma
razón que no puede ser enajenada». Como la voluntad general no puede ser representada defendía un sistema de democracia directa que
 inspira, hasta cierto punto, la constitución federal suiza de 1849.

La relación de las teorías de Rousseau con el nacionalismo moderno es uno de los temas abundados por la teoría política y la
historia de las ideas. En sus obras, Rousseau planteó las bases para el nacionalismo moderno atribuyéndole los sentimientos de
identificación con la república o sociedad a la cual el hombre se ha asociado, aunque argumentó que estos sentimientos sólo hubiesen
sido posibles en estados pequeños y democráticos.[12]
[editar] De la soberanía y las leyes

Rousseau considera que toda aquella persona que participe del contrato social es soberano, por ende es un bien común el que se
obtiene a través de este contrato. Por esta razón no puede existir una distinción entre soberano e individuo y se debe legislar
bajo la voluntad general. Este tipo de gobierno comienza una vez el pueblo ha madurado moral y políticamente para lograr comprender
e implementar la voluntad general, y que esta sea libre de interferencias.[13] Debido a esto la ley, siempre es general, porque
 considera a las acciones y a las masas, nunca a un individuo. Acerca de las leyes, Rousseau, hace una diferenciación entre la
voluntad general y la voluntad común. Y estas leyes o contractos no pueden ser creadas por la voluntad común, debido que la
voluntad común puede ser buena o mala, pero esta no necesariamente se dirige hacia la voluntad general, lo cual su fin es el
bien común.[14]

Estas leyes son divididas entre las Fundamentales, Civiles y Criminales:[15]

    * Leyes Fundamentales, o Leyes Políticas: establecen las relaciones entre el gobierno u el soberna.
    * Leyes Civiles: establecen la relación de miembro a miembro, o del miembro a las masas.
    * Leyes Criminales: establece la relación entre cada individuo con las leyes y las penalidades por desobedecerlas.

[editar] De la desigualdad entre los hombres

Rousseau planteó algunos de los precedentes políticos y sociales que impulsaron los sistemas de gobiernos nacionales de muchas
de las sociedades modernas[16] estableciendo la raíz de la desigualdad que afecta a los hombres; para él, el origen de dicha
desigualdad era a causa de la constitución de la ley y del derecho de propiedad produciendo en los hombres el deseo de posesión.
 A medida que la especie humana se fue domesticando, los hombres comenzaron a vivir como familia en cabaña y acostumbraban ver
sus vecinos con regularidad. Al pasar más tiempo junto, cada persona acostumbró ver los defectos y virtudes de los demás, creando
el primer paso hacia la desigualdad. "Aquel que mejor cantaba o bailaba, o el más hermoso, el más fuerte, el más diestro o el más
 elocuente, fue el más considerado."[17] En este aspecto, la formación de la sociedad hizo necesario la creación de entidades que
 regularan los derechos y deberes de los hombres, perdiendo estos así la libertad de tomar posesión de lo que tenían a mano, y
los adoctrinó a olvidarse de sus antiguos sentimientos y manera de vivir sencilla y los impulsó a superar a sus semejantes provocando
 la pérdida de la igualdad, o mejor dicho, dando nacimiento a la desigualdad.[18] [19]

En su estudio sobre la desigualdad estableció las diferencias entre el hombre civilizado y el hombre salvaje determinando que las
 situaciones que estos enfrentaban en su diario vivir definían su comportamiento con los demás. El hombre civilizado, motivado por
 un deseo de ser superior a los otros, crea una especie de antifaz que le presenta al mundo con el propósito de crear distinción
entre ellos y los demás.[20] El hombre salvaje no presentaba este problema, visto que su naturaleza lo llevaba a apreciar lo poco
 que tenía en virtud de que poseía todo lo que necesitaba y de que sus pertenencias abarcaban toda la extensión del mundo al que
tenía acceso; cuando sentía hambre contaba con los animales de la selva para saciarla, al anochecer buscaba refugio en una cueva,
su relación con los demás se llevaba en armonía siempre que ambas partes así lo requirieran y que no se presentaran conflictos, y
así mismo todos por igual tenían derecho a una parte de las tierras que habitaban. Según Rousseau, a medida que el hombre salvaje
dejó de concebir lo que la naturaleza le ofrecía como lo prescindible para su subsistencia empezó a ver como su rival a los demás
hombres, su cuerpo no fue más su instrumento, sino que empleó herramientas que no requerían de tanto esfuerzo físico limitando así
sus acciones y concentrándose en el mejoramiento de otros aspectos de su nueva forma de vida, transformándose así en el hombre civilizado.

En su libro Origen De La Desigualdad Entre Los Hombres él dice: "tal es, en efecto, la causa de todas estas diferencias: el salvaje
vive para sí mismo; el hombre social, siempre fuera de sí, no sabe vivir más que en la opinión de los demás; y de ese único juicio
deduce el sentimiento de su propia existencia."

A pesar de que algunos de sus escritos parecían atacar la estructura de la sociedad[21] este era, según Rousseau, el modo de pensar
de sus adversarios, como lo expresa aquí "¿en qué quedamos? ¿Es preciso destruir la sociedad, confundir lo tuyo y lo mío y volver a
vivir en las selvas como los osos? Esta es una consecuencia del modo de pensar de mis adversarios, que tanto me gusta prevenir como
dejarles la vergüenza de deducirla."; su intención no fue la de desmantelar dicha potencia, sino el de hacer de la misma una
comunidad de igualdad donde todos tuvieran la libertad para expresar su pensar y tomar las decisiones que beneficien a todos como
se puede apreciar en El Contrato Social.[22]
[editar] De la formación del hombre

Rousseau hace un estudio de la formación del hombre individual antes de éste "ingresar a la sociedad", con sus primeras obras que
incluyen: Discurso sobre las ciencias y las Artes, Ensayo sobre el origen de las lenguas, y Emilio, o De la educación. En éstas,
se sigue una línea de pensamiento. En la primera y en la segunda, Rousseau identifica los vicios y las virtudes, y en la tercera
propone encaminar al hombre a la virtud haciendo a un lado los vicios. Una de las definiciones Vicio: lo artificial, las artes: las
letras, las lenguas, música,.[23] las ciencias, excesivo uso de razón, expresión de sentimientos que no existen,.[24] "palabras
vacías",[25] la armonía; virtud: lo puro, natural, la melodía, expresión sincera de sentimientos y el "conocimiento necesario".[26]

Las artes,según Rousseau, traen el conocimiento que hace al individuo comportarse de una manera para "ser de agrado a los demás,"
no es un comportamiento natural;[27] en vez de crear una unión entre seres humanos, crean la desigualdad entre ellos. Se crea una
esclavitud a ellas y una esclavitud entre los hombres, se explica con su famosa cita: "las ciencias, las letras y las artes, menos
 despóticas y más potentes acaso, tienden guirnaldas de flores sobre las cadenas de hierro de que están cargados, sofocan en ellos
 el sentimiento de esa libertad original para la que parecían haber nacido" Por lo que entra la educación, que involucra a las artes
como parte del proceso, sin uso excesivo de ellas,[28] a "transformar al individuo liberándolo de las perversiones".[29]
[editar] Botánico

Rousseau descubre tardíamente la botánica, hacia sus 65 años, gustando de herborizar, que lo tranquilizaba, luego de tanta jornada
 de reflexionar, que lo fatigaba y lo entristecía, escribiendo en la séptima Ensoñación del paseante solitario. Así sus Cartas sobre
 la botánica le permiten continuar una reflexión sobre la cultura, en un sentido inmenso, comenzando con el Émile, su tratado de
educación, y su romance Julie, ou la nouvelle Héloïse, donde se interroga sobre el arte de la jardinería.

El hombre, estando desnaturalizado, sin instintos, no puede contemplar la naturaleza, haciendo únicamente áreas habitables y
cultivables, desnaturalizadas, «contorneadas a su modo» en «campiñas artificiales» donde si bien pueden vivir, no resulta más
 que en un país pobre. Y van quedando cada vez menos posibilidades de acceder a lo natural «deberían conocerse y ser dignos de
 ser admirados... La naturaleza semeja estar desordenada a los ojos humanos, y pasar sin atraer la mirada de los poco sensibles,
y que a su vez han desfigurado... Están quienes le aman e intentar buscar y no lo pueden hallar» continua Rousseau en su romance
donde va describiendo como Julie instala al fondo de su vergel un jardín secreto, jugando con lo agradable a lo útil de manera de
hacer un poco de paseo que recuerde a la pura naturaleza: «es verdad, dice ella que la naturaleza hace todo, más bajo mi dirección,
 no habrá más quien le ordene».

Rousseau describe el jardín del hombre que concilia a la vez al humanista y al botánico, como un aspecto útil y placentero donde
pueda estar sin artificios visibles, ni a la francesa, ni a la inglesa: el agua, la verdura, la sombra, y las siembras, como se ve
 en la naturaleza, sin usar la simetría ni alinear los cultivos y los bordes. El hombre de gusto «no se inquietará a punto de su
percepción de bellas perspectivas: el gusto de los puntos de vista solo visibles a muy pocos».

El trabajo de mejorar el suelo y de hacer injertos no devolverá lo natural quitado a la naturaleza, mas, además de que no volverá,
sigue extendiéndose catastróficamente nuestra civilización urbana con consecuencias, más puede forzarse otro destino. Y si el trabajo
de un vergel y de campos sea una necesidad para el hombre, el jardín de «el hombre de gusto» funcionará permitiendo desahogarse,
descansar de momentos de esfuerzo.

Para Rousseau, las melodías y el jardín son del orden de lo humano, de la perfectibilidad, de la imaginación y de las pasiones simples.
 El habla de una música de una temporalidad melódica, por lo tanto habrá procesos educativos que permitan a los humanos de esperar
un devenir «todo lo que podamos ser» o hacer para que la naturaleza no nos haga sufrir.

Voltaire continuacion...



Aspectos
[editar] Voltaire y el antisemitismo

Voltaire criticó en numerosas ocasiones la pretensión del pueblo judío de ser el Pueblo Elegido por Dios y se hizo eco de los prejuicios habituales en su época contra los judíos.
 Esta actitud negativa, que ha llevado a algunos a tildarle de antisemita o antijudío, se inscribe en la hostilidad general del autor contra la religión, que le llevó a atacar
 con idéntico celo a cristianos y musulmanes.2 Por ello, muchos historiadores consideran a Voltaire antirreligioso en general, antes que antisemita o anticristiano.
[editar] Citas antisemitas de Voltaire

(Tomadas de su Diccionario filosófico, 1764)

    Artículo sobre los «antropófagos»:

    «¿Por qué los judíos no habrían sido antropófagos? Habría sido la única cosa que hubiera faltado al pueblo de Dios para ser el más abominable de la Tierra».

    Artículo sobre los «Estados y gobiernos»:

    «...una horda de ladrones y de usureros...».

    Artículo sobre los judíos:

    «Me ordena hacerle un cuadro fiel del espíritu de los judíos, y de su historia; y, sin entrar en los caminos inefables de la Providencia busqué en las costumbres de este
pueblo la cadena de acontecimientos que esta Providencia ha preparado».

    «Son el último de todos los pueblos entre los musulmanes y los cristianos, y se creen el primero. Este orgullo en su descenso se justifica por una razón sin contrapartida;
 es que ellos son realmente los padres de los cristianos y de los musulmanes. Las religiones cristiana y musulmana reconocen a la judía como a su madre; y, por una contradicción
singular, sienten por esta madre respeto y horror».

    «Se desprende de este cuadro resumen que los hebreos casi siempre han sido o errantes, o tunantes o esclavos o sediciosos: aún hoy son vagabundos sobre la tierra, y para horror
 de los hombres, garantizando que el cielo y la tierra, y todos los hombres, se crearon para ellos solos».

Voltaire y el dinero
Homenaje a Voltaire en un billete bancario francés (de la segunda mitad del siglo XX).

Voltaire murió siendo inmensamente rico: fue uno de los mayores rentistas de Francia. El origen de estas rentas era:

    su pluma; en su Comentario histórico sobre las obras del autor de «La Henriade», evoca el éxito de esta obra publicada en Gran Bretaña, gracias a la protección del rey,
    el mecenazgo de los príncipes, según las épocas Jorge I de Gran Bretaña, Luis XV de Francia, Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia,
    las rentas de los habitantes de Ferney,
    lugares diversos: lotería, préstamos a la aristocracia, inversiones marítimas: en 1758 entran en el puerto de Cádiz barcos cargados de oro de América, donde había colocado parte de su fortuna;
    y el comercio triangular, según algunos.

[editar] Voltaire y el diluvio: un error de apreciación

La presencia de fósiles marinos en la cima de las montañas fue considerada en su época como una prueba de haber estado bajo el agua y, por consiguiente, el diluvio. Voltaire no
admitía esta interpretación, ni siquiera la idea de que hayan podido estar algún día fondos marinos donde se encuentran las montañas. Apoyaba su idea en el Diccionario filosófico
mostrándose sorprendido de que nadie haya pensado en una explicación, según él, bastante más simple: que cruzados o peregrinos hayan tirado moluscos de los que tenían entre sus
 provisiones para su viaje. A todo esto hay que añadir que tampoco el diluvio ha sido el causante de la altitud de estos fósiles, sino la deriva continental.
[editar] Voltaire y la esclavitud

Voltaire cree posible humanizar la esclavitud. La falta de humanidad de los patrones es la que causa los males de la esclavitud. No critica el principio,3 sólo la forma, lo que
 se ve reflejado en Cándido.

Sin embargo, se entusiasma en la liberación de sus esclavos por los cuáqueros de Pensilvania en 1769. Se interesa aún más por «los esclavos de los monjes» de Pays de Gex, que son
 «más infelices que los negros».
[editar] Voltaire y el fanatismo

Toda la obra de Voltaire es un combate contra el fanatismo y la intolerancia, y eso desde La Henriada, en 1723. «Entendemos hoy en día por fanatismo una locura religiosa, oscura
 y cruel. Es una enfermedad que se adquiere como la viruela» (Diccionario filosófico, 1764, artículo «Fanatismo»).
[editar] Voltaire y la historiografía

Voltaire fue también historiador. Acuñó la expresión 'filosofía de la historia', contraponiéndola de forma polémica a la teología de la historia, habitual hasta entonces, que
 explicaba los acontecimientos históricos recurriendo a una supuesta intervención divina en los hechos.

Se interesó por el estudio del pasado, primero mediante sus tragedias, algunas de las cuales abordan temas históricos y presentan personajes que existieron realmente. En La Henriade
describe la historia épica de Francia, centrándose en Enrique IV, fundador de la monarquía de los Borbones en Francia, que puso fin a las guerras religiosas. También escribió la historia
de Carlos XII de Suecia. Más tarde, escribió las obras El siglo de Luis XIV y Ensayo sobre las costumbres.

Como historiador, Voltaire rechaza tanto la «teología de la historia» como la «historia erudita». Ridiculiza sin piedad las interpretaciones religiosas que se han dado en la historia,
 como la de Agustín de Hipona, según el cual todo lo sucedió en la antigüedad gira en torno al pueblo de Palestina.

YONER VARELA
CRF

Voltaire

Voltaire

El seudónimo «Voltaire»

Existen varias hipótesis acerca del seudónimo Voltaire. Una versión muy aceptada dice que deriva del apelativo Petit Volontaire que usaban sus familiares para referirse
 a él de pequeño. No obstante, parece ser que la versión más verosímil es que Voltaire sea el anagrama de «Arouet L(e) J(eune)» ('Arouet, el joven'), utilizando las
 mayúsculas latinas.

También existen otras hipótesis: puede tratarse del nombre de un pequeño feudo que poseía su madre; se ha dicho que puede ser el sintagma verbal que significaba en francés
 antiguo que él voulait faire taire ('deseaba hacer callar', de ahí vol-taire), a causa de su pensamiento innovador, que pueden ser las sílabas de la palabra re-vol-tai
 ('revoltoso') en otro orden. En cualquier caso, es posible que la elección que el joven Arouet adopta, tras su detención en 1717, sea una combinación de más de una de
estas hipótesis.

Biografía

François-Marie Arouet fue el último de los cinco hijos del notario François Arouet (1650 – 1 de enero de 1722) y de Marie Marguerite d'Aumary (1660 – 13 de julio de 1701),
 miembro de una familia noble de la provincia de Poitou-Charentes y que murió cuando él tenía siete años de edad. Estudió en el colegio jesuita Louis-le-Grand (1704–1711)
 durante los últimos años del reinado de Luis XIV, en el que aprendió latín y griego. En el colegio trabó amistad con los hermanos René-Louis y Marc-Pierre Anderson, futuros
ministros del rey Luis XV.

Alrededor de 1706 Voltaire escribió la tragedia Amulius y Numitor, de la que se encontraron más tarde algunos fragmentos que se publicaron en el siglo XIX. Entre 1711 y 1713
estudió Derecho. Su padrino, el Abad de Châteauneuf, lo introdujo en una sociedad libertina, la Sociedad del Temple, y para esa época recibió una herencia de Ninon de Lenclos.

En 1713 obtuvo el cargo de secretario de la embajada francesa en La Haya, trabajo del que fue expulsado debido a un idilio con una refugiada francesa llamada Catherine Olympe
 Dunoyer. Durante esa época empezó a escribir su tragedia Edipo (que no se publicó hasta 1718). A la muerte de Luis XIV en 1715, el Duque de Orleáns asumió la regencia y el
 joven Arouet escribió una sátira contra el mismo Duque que le valió la reclusión por un año en la Bastilla (1717), tiempo que dedicó a estudiar literatura. Una vez liberado,
fue desterrado a Châtenay, donde adoptó el seudónimo de Voltaire.

En 1718 su tragedia Edipo y en 1723 su epopeya La Henriade, dedicada al rey Enrique IV, tuvieron un gran éxito. Sin embargo, como producto de una disputa con el noble De
 Rohan, fue encarcelado de nuevo en la Bastilla y al cabo de cinco meses, fue liberado y desterrado a Gran Bretaña (1726–1729). Se instaló en Londres y allí Voltaire recibió
una influencia determinante en la orientación de su pensamiento. Cuando regresó a Francia en 1728, Voltaire difundió sus ideas políticas, el pensamiento del científico Isaac
 Newton y del filósofo John Locke.

En 1731 escribió la Historia de Carlos XII, obra en la que esbozó los problemas y tópicos que, más tarde, aparecieron en su famosa obra Cartas filosóficas, publicada en 1734,
 donde defendió la tolerancia religiosa y la libertad ideológica, tomando como modelo la permisividad inglesa y acusando al cristianismo de ser la raíz de todo fanatismo dogmático.
 Por este motivo, en el mes de mayo se ordenó su detención y Voltaire se refugió en el castillo de Émilie du Châtelet, mujer con la que establecerá una larga relación amorosa
y con la que trabajará en su obra La filosofía de Newton.

En esta misma época, tras el éxito de su tragedia Zaire (1734) escribió Adélaïde du Guesclin (1734), La muerte de César (1735), Alzira o los americanos (1736), Mahoma o el
fanatismo (1741). También escribió El hijo pródigo (1736) y Nanine o el prejuicio vencido (1749), que tuvieron menos éxito que los anteriores.

En 1742 su Mahoma o el fanatismo es prohibida y un año después publica Mérope. Por esta época, Voltaire viajó a Berlín, donde fue nombrado académico, historiógrafo y Caballero
de la Cámara real. Cuando murió Madame de Châtelet en 1749, Voltaire volvió a Berlín invitado por Federico II el Grande, llegando a alojarse como invitado en el Palacio de
Sanssouci para participar en las tertulias a las que era muy aficionado el monarca. Durante aquella época escribió El siglo de Luis XIV (1751) y continuó, con Micromegas (1752),
 la serie de sus cuentos iniciada con Zadig (1748). Debido a algunas disputas con Federico II se le expulsó nuevamente de Alemania y, debido a la negativa de Francia de aceptar
 su residencia, Voltaire se refugió en Ginebra, Suiza, lugar en el que chocó con la mentalidad calvinista. Su afición al teatro y el capítulo dedicado a Miguel Servet en su Ensayo
sobre las costumbres (1756) escandalizaron a los ginebrinos.

Su poema sobre Juana de Arco, la doncella (1755), y su colaboración en la Enciclopedia chocaron con el partido de los católicos. Fruto de esta época fueron el Poema sobre el
 desastre de Lisboa (1756) y la novela corta Cándido o el optimismo (1759), que fue inmediatamente condenada en Ginebra por sus irónicas críticas a la filosofía leibnitziana
y su sátira contra clérigos, nobles, reyes y militares.
La residencia de Ferney.

Se instaló en la propiedad de Ferney, donde vivió durante dieciocho años, recibió a la élite de los principales países de Europa, representó sus tragedias (Tancredo, 1760),
mantuvo una copiosa correspondencia y multiplicó los escritos polémicos y subversivos para combatir el fanatismo clerical.

Cuatro años después redactó el Tratado sobre la tolerancia, y en 1764 su Diccionario filosófico. Desde entonces, siendo ya Voltaire un personaje famoso e influyente en la
vida pública, intervino en distintos casos judiciales, como el caso Calas y el de La Barre, que estaba acusado de impiedad, defendiendo la tolerancia y la libertad frente
 a todo dogmatismo y fanatismo.

En 1778 Voltaire volvió a París. Se le acogió con entusiasmo y murió el 30 de mayo de ese mismo año, a la edad de 83 años. En 1791, sus restos fueron trasladados al Panteón.

Obra

Voltaire alcanzó la celebridad gracias a sus escritos literarios y sobre todo filosóficos. Voltaire no ve oposición entre una sociedad alienante y un individuo oprimido, idea
 defendida por Jean-Jacques Rousseau, sino que cree en un sentimiento universal e innato de la justicia, que tiene que reflejarse en las leyes de todas las sociedades. La vida
 en común exige una convención, un «pacto social» para preservar el interés de cada uno. El instinto y la razón del individuo le lleva a respetar y promover tal pacto.
 El propósito de la moral es enseñarnos los principios de esta convivencia fructífera. La labor del hombre es tomar su destino en sus manos y mejorar su condición mediante
la ciencia y la técnica, y embellecer su vida gracias a las artes. Como se ve, su filosofía práctica prescinde de Dios, aunque Voltaire no es ateo: como el reloj supone el
relojero, el universo implica la existencia de un «eterno geómetra» (Voltaire es deísta).

Sin embargo, no cree en la intervención divina en los asuntos humanos y denuncia el providencialismo en su cuento filosófico Cándido o el optimismo (1759). Fue un ferviente
 opositor de la Iglesia católica, símbolo según él de la intolerancia y de la injusticia. Se empeña en luchar contra los errores judiciales y en ayudar a sus víctimas. Voltaire
se convierte en el modelo para la burguesía liberal y anticlerical y en la pesadilla de los religiosos.

Voltaire ha pasado a la Historia por acuñar el concepto de tolerancia religiosa. Fue un incansable luchador contra la intolerancia y la superstición y siempre defendió la
convivencia pacífica entre personas de distintas creencias y religiones.

Sus escritos siempre se caracterizaron por la llaneza del lenguaje, huyendo de cualquier tipo de grandilocuencia. Maestro de la ironía, la utilizó siempre para defenderse
 de sus enemigos, de los que en ocasiones hacía burla demostrando en todo momento un finísimo sentido del humor. Conocidas son sus discrepancias con Montesquieu acerca del
derecho de los pueblos a la guerra, y el despiadado modo que tenía de referirse a Rousseau, achacándole sensiblería e hipocresía.

Su moral
No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.
Cita apócrifa de Voltaire.

Voltaire defendió la tolerancia. Esta célebre frase, que se le atribuye erradamente, pretende resumir su postura sobre este asunto.1

En el pensamiento del filósofo inglés John Locke, Voltaire encuentra una doctrina que se adapta perfectamente a su ideal positivo y utilitario. Locke aparece como el defensor
 del liberalismo, afirmando que el pacto social no suprime los derechos naturales del individuo. En resumen, sólo aprendemos de la experiencia; todo lo que la supera sólo es
 hipótesis; el campo de alguien coincide con el de lo útil y de lo comprobable.

Voltaire saca de esta doctrina la línea directriz de su moral: la labor del hombre es tomar en su mano su propio destino, mejorar su condición, garantizar, embellecer su vida
con la ciencia, la industria, las artes y por una buena política de las sociedades. Así la vida no sería posible sin una convención donde cada uno encuentra su parte. A pesar
 de que se expresan por leyes particulares en cada país, la justicia, que asegura esta convención, es universal. Todos los hombres son capaces de concebir la idea, primero
porque todos son seres más o menos razonables, luego porque son todos capaces de comprender qué es lo inútil y útil a cada uno. La virtud, «comercio de beneficios», es dictada
 a la vez por el sentimiento y por el interés. El papel de la moral, según Voltaire, es enseñarnos los principios de esta «política» y acostumbrarnos a respetarlos.

YONER VARELA
CRF

René Descartes

René Descartes

BIOGRAFIA

INFANCIA
Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye en Touraine, cerca de Poitiers. Desde 1967 La Haye se llama Descartes
en honor al filósofo, que fue el tercer hijo del jurista Joaquín Descartes y de Jeanne Brochard. Aunque René pensaba que
 su madre murió al nacer él, lo cierto es que murió un año después, durante el parto de un hermano que tampoco sobrevivió.
 Tras la muerte de su madre, él y sus dos hermanos fueron educados por su abuela, pues su padre, consejero del Parlamento
de Bretaña, se ausentaba cada año por largas temporadas, y acabó dejando atrás a sus hijos al contraer nuevas nupcias con
una doncella inglesa. Fue alumno del Collége Royal de La Flèche, de los jesuitas, entre 1604 y 1612.

EDUCACION
La educación en la Flèche le proporcionó, durante los cinco primeros años, una sólida introducción a la cultura clásica,
habiendo aprendido latín y griego en la lectura de autores como Cicerón, Horacio y Virgilio, por un lado, y Homero, Píndaro
y Platón, por el otro. El resto de la enseñanza estaba basada principalmente en textos filosóficos de Aristóteles (Organon,
Metafísica, Ética a Nicómaco), acompañados por comentarios de jesuitas (Suárez, Fonseca, Toledo, quizá Vitoria) y otros autores
 españoles (Cayetano). Conviene destacar que Aristóteles era entonces el autor de referencia para el estudio, tanto de la física,
 como de la biología. El plan de estudios incluía también una introducción a las matemáticas (Clavius), tanto puras como
 aplicadas: astronomía, música, arquitectura. Siguiendo una extendida práctica medieval y clásica, en esta escuela los estudiantes
se ejercitaban constantemente en la discusión (disputatio) (Cfr. Gaukroger, quien toma en cuenta la Ratio studiorum: el plan de
 estudios que aplicaban las instituciones jesuíticas).

LA UNIVERSIDAD
A su regreso del colegio a los 18 años, René Descartes ingresó en la Universidad de Poitiers para estudiar derecho y posiblemente,
 algo de medicina. Para 1616 Descartes cuenta con los grados de bachiller y licenciado. Descartes fue siempre un alumno sobresaliente
y fue gracias al gran afecto de algunos de sus profesores lo que hizo que René pudiera visitar los laboratorios de la universidad
 con asiduidad.

ETAPA INVESTIGADORA
En 1619, en Breda, conoció a Isaac Beeckman, quien intentaba desarrollar una teoría física corpuscularista, muy basada en conceptos
 matemáticos. El contacto con Beeckman estimuló en gran medida el interés de Descartes por las matemáticas y la física. Pese a los
 constantes viajes que realizó en esta época, Descartes no dejó de formarse y en 1620 conoció en Ulm al entonces famoso maestro
 calculista alemán Johann Faulhaber. Él mismo refiere que, inspirado por una serie de sueños, en esta época vislumbró la posibilidad
 de desarrollar una «ciencia maravillosa». El hecho es que, probablemente estimulado por estos contactos, Descartes descubre el
 teorema denominado de Euler sobre los poliedros.
A pesar de discurrir sobre los temas anteriores, Descartes no publica entonces ninguno de estos resultados. Durante su estancia más
 larga en París, Descartes reafirma relaciones que había establecido a partir de 1622 con otros intelectuales, como Marin Mersenne y
Guez de Balzac, así como con un círculo conocido como «Los libertinos». En esta época sus amigos propagan su reputación, hasta el punto
 de que su casa se convirtió entonces en un punto de reunión para quienes gustaban intercambiar ideas y discutir. Con todo ello su
 vida parece haber sido algo agitada, pues en 1628 libra un duelo, tras el cual comentó que «no he hallado una mujer cuya belleza
pueda compararse a la de la verdad». El año siguiente, con la intención de dedicarse por completo al estudio, se traslada definitivamente
 a los Países Bajos, donde llevaría una vida modesta y tranquila, aunque cambiando de residencia constantemente para mantener oculto su
 paradero. Descartes permanece allí hasta 1649, viajando sin embargo en una ocasión a Dinamarca y en tres a Francia.
La preferencia de Descartes por Holanda parece haber sido bastante acertada, pues mientras en Francia muchas cosas podrían distraerlo y
había escasa tolerancia, las ciudades holandesas estaban en paz, florecían gracias al comercio y grupos de burgueses potenciaban las
 ciencias fundándose la academia de Ámsterdam en 1632. Entre tanto, el centro de Europa se desgarraba en la Guerra de los Treinta Años,
 que terminaría en 1648.

FALLECIMIENTO
En septiembre de 1649 la Reina Cristina de Suecia le llamó a Estocolmo. Allí murió de una neumonía el 11 de febrero de 1650. Falleció
 a los 53 años de edad.
Actualmente se pone en duda si la causa de su muerte fue la neumonía. En 1980, el historiador y médico alemán Eike Pies halló en la
Universidad de Leiden una carta secreta del médico de la corte que atendió a Descartes, el holandés Johan Van Wullen, en la que describía
al detalle la agonía. Curiosamente, los síntomas presentados —náuseas, vómitos, escalofríos— no eran propios de una neumonía. Tras
 consultar a varios patólogos, Pies concluyó en su libro El homicidio de Descartes, documentos, indicios, pruebas, que la muerte se
 debía a envenenamiento por arsénico. La carta secreta fue enviada a un antepasado del escritor, el holandés Willem Pies.
En el año de 1676 se exhumaron los restos de Descartes; puestos en un ataúd de cobre se trasladaron a París para sepultarlos en la
iglesia de Sainte-Geneviève-du-Mont; movidos nuevamente durante el transcurso de la Revolución Francesa, los restos fueron colocados
 en el Panthéon, la basílica dedicada a los grandes hombres de la nación francesa; nuevamente, en 1819, los restos de René Descartes
 cambiaron de sitio de reposo siendo llevados esta vez a la Iglesia de Saint-Germain-des-Prés donde actualmente se hallan.