domingo, 10 de abril de 2011

EL RÉGIMEN DEL TERROR.

EL RÉGIMEN DEL TERROR.

Si bien la Francia revolucionaria triunfaba en el frente de batalla contra austriacos y
prusianos; en el campo interno las cosas no estaban del todo bien. En 1793 estallaron en
 distintas provincias del interior una serie de insurrecciones promovidas por elementos
 promonárquicos y católicos, los cuales manifestaban militarmente su oposición a la muerte
 del rey y a la abolición de la monarquía. Tales hechos, que al principio no fueron
tomados en cuenta por la Convención de Paris, con el tiempo empezaron a preocupar a las
 autoridades republicanas; u mucho más cuando uno de los más famosos generales franceses
se pasó al bando enemigo. Por ello los miembros más exaltados de la Convención, es decir
los jacobinos, pidieron la cesación de un gobierno central que tuviese el suficiente
poder como para destruir a los enemigos interiores y exteriores de la Republica; creándose
así el tristemente celebre Comité de Salvación Publica.

Este estaba integrado por nueve miembros, elegidos por la Convención, cuya tarea era
coordinar las políticas para el aplastamiento de los contrarrevolucionarios. Dominado
por los jacobinos, este Comité empezó a usar de manera arbitraria los poderes dictatoriales
que le habian sido conferidos; y entre sus golpes más trascendentales destaca el arresto y
la posterior ejecución de las mas destacados miembros del partido girondino o moderado, con
lo cual pronto todo el gobierno quedo en manos de los exaltados jacobinos, cuyas cabezas
visibles eran Maximiliano Robespierre, Jorge Santiago Danton y Juan Pablo Marat.

Un hecho terrible daría comienzo, en julio de 1793, a la etapa más sangrienta y brutal de
la Revolución Francesa. Ese año la joven Carlota Corday, partidaria del partido girondino
que había sido exterminado, entro en la casa del jacobino Marat y de una certera puñalada
mató a uno de los hombres mas destacados del momento. Alegando los jacobinos que la Republica
 estaba en peligro, el Comité de Salvación Publica desato el régimen del terror. Fue un año,
 entre julio de 1793 y el mismo mes de 1794, en que toda Francia se tiñó de sangre, de
maldad y de crueldad. Miles de personas, por el simple hecho de ser sospechosos a los ojos
 del Comité y del populacho bajo que lo sostenía, fueron muertas de las maneras más horrendas.
Ahogamientos masivos, degollamientos, fusilamientos, ahorcamientos y los espectáculos
siniestros de la guillotina se cobraron la vida de miles de franceses inocentes. Y como
dijo una destacada girondina antes de ser ejecutada, la señora Roland: "Libertad, cuantos
crímenes se cometen en tu nombre."

Otro hecho lamentable y que muestra la ferocidad de la Revolución en este nefasto tiempo
fue la destrucción sistemática de las iglesias católicas de Paris y el establecimiento, por
parte de la municipalidad de isa cuidad, del culto de la diosa Razón. Esta herejía buscaba
 borrar de la memoria y del corazón de la gente el amor y la fe por Cristo, pues los
revolucionarios jacobinos mediante estas acciones perversas querían castigar a la Iglesia
por el apoyo que el Papa le daba a los contrarrevolucionarios. Miles de sacerdotes fueron
perseguidos y ejecutados, así como otros fueron obligados por la fuerza a abjurar de su fe
y a contraer matrimonio. El nuevo culto inaugurado por el exaltado jacobino Hebert negaba
toda posibilidad de creencia en un ser superior, exaltado jacobino Hebert negaba toda
posibilidad de creencia en un ser superior, manifestando que la doctrina católica era un
conjunto de irrealidades y ridiculeces. Tal dogma fue, sin duda alguna fue producto de las
obras que años antes muchos ilustrados racionalistas difundieron por medio de la Enciclopedia.

LA DICTADURA DE ROBESPIERRE.

Maximiliano Robespierre era un verdadero fanático revolucionario, que más que la gloria
 personal perseguía el pleno triunfo de su ideología, la cual se sustentaba en un principio
claro: el Estado debía concentrar todo el poder para proceder a repartir de manera igualitaria
 la riqueza. Si, Robespierre tenia en mente una especie de socialismo; que si bien no pudo
 triunfar porque su líder fracasó en el intento, dejo una profunda marca que se manifestaría
plenamente en el siguiente siglo.


El hombre que era la cabeza del jacobinismo sabia que para hacer realidad sus planes debía
librarse de dos peligrosos enemigos; uno de ellos era la coalición de monárquicos, católicos
 y fuerzas extrajeras que desde adentro y desde afuera amenazaban a al Republica. El otro
enemigo, mucho mas peligrosos pues no era tan visible como los opositores manifiestos, lo
componían sus mismos compañeros de partido. Danton y Hebert, cada uno cabeza de distintas
facciones dentro del partido más revolucionario, tenían objetivos y métodos distintos para
consolidar el triunfo alcanzado; y por eso se volvían elementos peligrosos. Robespierre quería
 ser él quien hiciera realidad las promesas de la Revolución; y como en cierta manera se
consideraba un elegido o salvador, solo eliminando a aquellos que le podrían hacer sombra
alcanzaría el triunfo. Y a eso se aboco.

Santiago Hebert, quien comandaba la Comuna de Paris, era quien lideraba la facción más
sanguinaria dentro del partido jacobino; Y creía que exagerando las persecuciones y ejecuciones
de los sospechosos podría afianzarse la Republica. Por el contrario, Danton encabezaba la parte
del partido más proclive a detener la violencia y encauzar el país por la senda de la ley y del
orden pacifico. Pero entre ambos grupos estaba Robespierre, quien callado esperaba que, como en
 una guerra descarnada, ambas facciones se destruyeran. Y así ocurrió. El grupo de Danton acusó a
 los de Hebert, llamados rabiosos, de querer destruir la Republica; Y el Comité de Salvación
Publica presidido por Robespierre condenó a muerte a sus principales lideres, entre ellos al fogoso
Hebert. Pero al poco tiempo, y pretextando connivencia entre Danton y los extranjeros enemigos,
Robespierre pudo dar su golpe final: un comité revolucionario encontró a Danton y a sus partidarios
culpables de traición, por lo cual la hoja fría de la guillotina cayo sobre ellos.

Maximiliano, el primer dictador moderno, exigió una gran cuota de sangre para afianzar la Republica;
 y por temor a al ira de este tirano, el pueblo asentía y asesinaba. Sumido todo el país en él más
horroroso terror, Robespierre vio que era el momento de hacerse él el amo y señor de Francia; Y frente
a los diputados de la Convención pronuncio un encendido discurso en el cual pidió que se purgaran
de supuestos enemigos a todas las instituciones republicanas, entre ellas el Comité de Salvación
 Publica. Pero la jugada no le salió como el dictador quería, y en vez de aceptar calladamente sus
ordenes, los diputados manifestaron su oposición a la política del terror. Había llegado el fin
 de la etapa oscura y sangrienta, las tropas enviadas por la Convención lo detuvieron e inmediatamente
 lo hicieron probar el remedio que el tantas veces utilizo: la guillotina.

Caído el régimen del terror, la Convención Legislativa se aboco a eliminar todo vestigio de él; y
 como primer paso se decidió nuevamente reformar la Constitución Nacional. Se restringió el voto y
se estableció una republica aristocrática burguesa.

Así cuando ya terminaba el año de 1795, Francia contaba con su tercera constitución, la cual
establecía un esquema de gobierno distinto de los anteriores, pues ahora el Poder Ejecutivo pasaba
a desempeñarlo un Directorio de cinco miembro, elegidos por el Legislativo. Careciendo de una figura
convocante y carismática, el gobierno empezo a hundirse en medio de los desastres económicos, las
 revueltas sociales, las divergencias políticas entre los partidos y la guerra contra los Estados
absolutistas. Así, ante tanto desastre empezó a brillar el nombre de un destacado militar, quien ya
había derrotado a los austriacos en Italia y había pasado a Egipto, siempre llevando triunfantes los
 colores de Francia. Ese hombre era Napoleón Bonaparte.

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