domingo, 10 de abril de 2011

Jean-Jacques Rousseau

Jean-Jacques Rousseau

ean-Jacques Rousseau (Ginebra, Suiza, 28 de junio de 1712 - Ermenonville, Francia, 2 de julio de 1778) fue un escritor, filósofo
y músico definido como un ilustrado, siendo parte de sus teorías una reforma a la Ilustración y prefigurando al posterior Romanticismo.

Las ideas políticas de Rousseau influyeron en gran medida en la Revolución francesa, el desarrollo de las teorías republicanas y
el crecimiento del nacionalismo. Su herencia de pensador radical y revolucionario está probablemente mejor expresada en sus dos
más célebres frases, una contenida en El contrato social: «El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado»; la otra,
contenida en su Emilio o de la Educación: «El hombre es bueno por naturaleza», de ahí su idea de la posibilidad de una educación.

Debido a motivos religiosos, la familia Rousseau se exilió a Ginebra cuando era independiente. Allí, Suzanne Bernard (1673,
Ginebra - ibídem, 1712) e Isaac Rousseau (1672, Ginebra - 1747, Nyon) tuvieron a su hijo Jean-Jacques Rosseau o Juan Jacobo
Rosseau. Nueve días después de dar a luz, Suzanne, hija del calvinista Jacques Bernard y madre de Rosseau, falleció. El pequeño
Rousseau consideró a sus tíos paternos como sus segundos padres, debido a que desde muy pequeño pasó mucho tiempo con ellos y ellos
 fueron los que cuidaron a este pequeño.

Cuando Rousseau tenía 10 años (1722), su padre se exilió por una acusación infundada y él quedó al cuidado de su tío Samuel.
 Con esta familia disfrutó de una educación que él consideraría ideal, calificando esta época como la más feliz de su vida. Junto
a su primo, Rousseau fue enviado como pupilo a la casa del calvinista Lambercier durante dos años (1722-1724). A su regreso en
1725 trabajó como aprendiz de relojero y, posteriormente, con un maestro grabador (aunque sin terminar su aprendizaje), el tuvo
la suficiente experiencia.
Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes.
El contrato social

Con un carácter inestable y difícil, Rousseau sufría una manía persecutoria. Es por eso que a los 16 años (1728) abandona su ciudad
 natal, justificando este hecho en sus posteriores memorias con supuestas injusticias y dificultades de las que era objeto.

Tras un tiempo peregrinando, llegó y se estableció en Annecy, siendo tutelado por Madame de Warens, una dama ilustrada que le ayudó
en educación y en su afición por la música. A ojos de Rousseau, la Madame sería una madre y una amante. Residió seis semanas en
 Montpellier por una enfermedad grave y a su regreso fue preceptor en Lyon y tuvo contacto con Fontenelle, Diderot o Marivaux.
Forjando un carácter de "paseante solitario" mientras recorría kilómetros y kilómetros por los Alpes, Rousseau ejerció de periodista.

En 1745, con 33 años, vuelve a París, donde inicia un affair con Thérèse Levasseur y contacta con Voltaire, D'Alembert, Rameau y,
de nuevo con Diderot. Es en esta época cuando escribe sus obras mas reconocidas. Cuando la Academia Francesa, en 1750, propuso el
 siguiente dilema, ¿Contribuyen las artes y las ciencias a corromper al individuo?, Rousseau ganó respondiendo que sí, siendo
para él las artes y las ciencias una decadencia cultural.

A partir de aquí, la fama llama a su puerta. Empieza a asistir a salones parisinos y abandona a su mujer. Ataca a Rameau y la
música francesa en la Querelle des Buffons con el apoyo de los enciclopedistas y su por aquel entonces íntimo amigo Frédéric-Melchior
 Grimm.
Retrato de Jean-Jacques Rousseau, por Allan Ramsay, en el año 1766, Galería Nacional de Escocia.

Su carácter y sus opiniones, por otro lado, lo distancian de la mayoría de sus conocidos. A raíz de la aventura amorosa de Grimm
 con Madame d'Épinay, antigua amante suya que le había construido la casita campestre de el Hermitage, Rousseau se siente traicionado
y atacado, y rompe con todo el mundo.

La publicación de el Emilio, o De la educación y de El contrato social lo hacen tremendamente impopular, hasta el punto de que
 le destierran de Francia; marcha a Suiza, donde es acogido como protegido de Lord Keith, pero su casa en Môtiers es apedreada
por una turba furiosa en 1765.

Su amigo Hume lo acogió junto a Thérèse en Inglaterra, viviendo retirados en el campo durante dos años (1765-1767) debido a la
opinión que la mayoría de ingleses tenían de él: un loco, malo y peligroso hombre que vive en pecado con Thérèse.

En 1767, con 55 años, volvió a Francia con un nombre falso. Allí se casó con su amada Thérèse un año más tarde. En 1770 se le
permitió regresar oficialmente con la condición de que no publicase nada más.

Escribió sus memorias, las Confesiones, y se dedicó a vivir de sus patrones y lecturas públicas que hacía de ellas. En 1772 Mme
d'Epinay, escandalizada por lo que Rousseau relata de su relación con ella, pide a la policía que prohíban tales lecturas. Con
una salud mental resquebrajada definitivamente, se alejó del mundo. Aunque siguió escribiendo, el daño que le habían causado los
 ataques de Voltaire y otros personajes de la época, más su deterioro mental, le llevan a sentirse perseguido y despreciado,
apartándose finalmente de la vida publica sin poder aprovechar la fama y el reconocimiento de su obra que inspiraría al romanticismo.

Retirandose a Ermenonville, Rousseau falleció de un paro cardíaco en 1778. Murió a los 66 años.

Político y social

Rousseau produjo uno de los trabajos más importantes de la época de la Ilustración;[2] a través de su Contrato Social, hizo
surgir una nueva política.[3] Esta nueva política está basada en el volonté générale, voluntad general, y en el pueblo como
soberano. Expone que la única forma de gobierno legal será aquella de un estado republicano, donde todo el pueblo legisle;
independientemente de la forma de gobierno, ya sea una monarquía o una aristocracia, no debe afectar la legitimidad del Estado.[4]
Rousseau le da gran importancia al tamaño del Estado, debido que una vez la población del estado crece, entonces la voluntad de
 cada individuo es menos representada en la voluntad general, de modo que mientras mayor sea el estado su gobierno debe ser más
 eficaz para evitar la desobediencia a esa voluntad general.[5]

En sus estudios políticos y sociales Rousseau desarrolló un esquema social en el cual el poder recae sobre el pueblo, argumentando
que es posible vivir y sobrevivir como conjunto sin necesidad de un último líder que fuese la autoridad. Es una propuesta que se
 fundamenta en la libertad natural con la cual, Rousseau explica, ha nacido el hombre. En El Contrato Social, Rousseau argumenta
que el poder que rige a la sociedad es la voluntad general que mira por el bien común de todos los ciudadanos.[6] Este poder sólo
 toma vigencia cuando cada uno de los miembros de una sociedad se une mediante asociación bajo la condición, según expone Rousseau,
de que "Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y cada miembro
 es considerado como parte indivisible del todo."[7] En fin, Rousseau plantea que la asociación asumida por los ciudadanos debe ser
 "capaz de defender y proteger, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno de los asociados, pero de modo tal
que cada uno de éstos, en unión con todos, sólo obedezca a sí mismo, y quede tan libre como antes."[7]



La obra rousseauniana argumenta que esta asociación de los hombres no es algo natural.[8] El hombre sale de su estado natural de
libertad porque le surgen necesidades de supervivencia que le imponen la creación de algo artificial, ya que el hombre no es
sociable por naturaleza y no nació para estar asociado con otros. Es voluntariamente que se unen los unos a los otros y fundamentan
este vínculo con el desarrollo de la moralidad y la racionalidad para satisfacer las necesidades que la naturaleza le ha impuesto.
 La moral y la razón se hacen evidentes en la sociedad al establecer un modelo normativo capaz de crear un orden social que evite
la dominación de unos sobre otros y que involucre una representación participativa de todos los miembros de la sociedad.[9]

Mediante El Contrato Social, Rousseau le abre paso a la democracia. En la misma, todos los miembros reconocen la autoridad de la
razón para unirse por una ley común en un mismo cuerpo político, ya que la ley que obedecen nace de ellos mismos.[10] Esta sociedad
recibe el nombre de república y cada ciudadano vive de acuerdo con todos. En este estado social son necesarias las reglas de la
conducta creadas mediante la razón y reflexión de la voluntad general que se encarga de desarrollar las leyes que regirán a los
 hombres en la vida civil.[10] Según Rousseau, es el pueblo, mediante la ratificación de la voluntad general, el único calificado
para establecer las leyes que condicionan la asociación civil.[11] De acuerdo a la obra de Rousseau, todo gobierno legítimo es
republicano, es decir, una república emplea un gobierno designado a tener como finalidad el interés público guiado por la voluntad
 general. Es por esta razón, que Rousseau no descarta la posibilidad de la monarquía como un gobierno democrático, ya que si los
 asociados a la voluntad general pueden convenir, bajo ciertas circunstancias, la implementación de un gobierno monárquico o
aristocrático, entonces tal gobierno será legítimo, con la condición que sea ratificado por la voluntad general y vele por el
bien común.[10]


En su modelo político, Rousseau le atribuye la función de soberano al pueblo. A este término no le atribuye características que
 designan a una sola clase o nación, sino la representación de una comunidad de los que desean formar un Estado y vivir bajo las
 mismas leyes que son la expresión de la voluntad general. El pueblo, como soberano, debe llevar a cabo una deliberación pública,
 que ponga a todos los ciudadanos asociados en un plano de igualdad, en la cual el cuerpo no puede decidir nada que atente contra
 los intereses legítimos de cada uno. Entonces, es la función del soberano responder a todos, ya que sin esto no existiría Estado
 ni soberanía, pero no puede llevar a cabo o implementar más de lo que es necesario y estipulado por el bien común.

Las leyes en la república de Rousseau están desarrolladas conforme al orden social, establecido por la naturaleza del pacto social
y no por las convenciones humanas de un sólo individuo. Las leyes deben fundamentarse en las convenciones que traducen en reglas
las exigencias de la racionalidad y moralidad humana, a la misma vez, que no atentan contra el ideal de la justicia que impone que
 todos los asociados se respeten los unos a los otros.[10] Rousseau establece que las reglas de la asociación deben ser el resultado
 de la deliberación pública, ya que en ella se encuentra el origen de la soberanía. Las leyes nacidas de la deliberación no serán
 justas y la soberanía no será legítima si la deliberación no respeta el interés común y si los ciudadanos no aceptan las condiciones
 por las que las reglas son iguales para todos.[10] Estas leyes no instituyen ninguna forma específica de gobierno, sino que fijan
las reglas generales de la administración y definen la constitución, por la cual el pueblo ha de regirse, ya que son la máxima expresión
 de la voluntad general.

El ideal político planteado por Rousseau en El Contrato Social se basa en la autonomía racional. Esta es la asociación que supone
el reino de la ley común, en la cual cada uno de los asociados, al entregarse al pacto social, se obedece a sí mismo debido a que
las leyes se fundamentan en la voluntad general, en la cual cada ciudadano es a su vez legislador, al deliberar públicamente en la
 creación de las reglas, y súbdito, al someterse libremente a la obediencia de las mismas.[10]

El ideal político de El Contrato Social puede realizarse bajo cualquier forma de gobierno. Rousseau argumenta que cualquier forma
de gobierno es válida y legítima si se ejerce dentro de los parámetros regidos por la ley común. En su obra, Rousseau define una
república como "todo Estado regido por leyes, cualquiera que sea su forma de administración".[7]

En el modelo político de Rousseau, el pueblo aparece en una doble dimensión, en la cual, es sujeto y objeto del poder soberano.[8]
 Cada individuo es sujeto de la soberanía porque entrega todos sus derechos a la comunidad, pero, a la misma vez es objeto porque,
 al ser parte de un todo, se los entrega a sí mismo. Al establecerse este pacto, la soberanía reside en el pueblo y, como resultado,
 la misma es inalienable, indivisible, absoluta e infalible, ya que es contradictorio que el soberano como pueblo implemente algo
 contra sí mismo como súbdito.[8]

Lo que caracteriza el modelo político que Rousseau desarrolla en El Contrato Social es la voluntad general. La misma se diferencia
 de la voluntad de todos por su carácter universalista y su aspecto normativo. No es una voluntad cualitativa, sino que se forma por
 una cualificación moral, en la cual, se requiere que los hombres actúen de acuerdo a los intereses universalistas.[8] Una vez se
forma esta voluntad, su mandato es inapelable, ya que lo que persigue es el interés colectivo que no es diferente del interés
individual. Es por ello, que si algún asociado intentase resistir la voluntad general, se verá obligado por el cuerpo social a
obedecerle.

Rousseau concebía la democracia como un gobierno directo del pueblo. El sistema que defendía se basaba en que todos los ciudadanos,
 libres e iguales, pudieran concurrir a manifestar su voluntad para llegar a un acuerdo común, a un contrato social. En El contrato
social diría que «toda ley que el pueblo no ratifica, es nula y no es ley» y que «la soberanía no puede ser representada por la misma
razón que no puede ser enajenada». Como la voluntad general no puede ser representada defendía un sistema de democracia directa que
 inspira, hasta cierto punto, la constitución federal suiza de 1849.

La relación de las teorías de Rousseau con el nacionalismo moderno es uno de los temas abundados por la teoría política y la
historia de las ideas. En sus obras, Rousseau planteó las bases para el nacionalismo moderno atribuyéndole los sentimientos de
identificación con la república o sociedad a la cual el hombre se ha asociado, aunque argumentó que estos sentimientos sólo hubiesen
sido posibles en estados pequeños y democráticos.[12]
[editar] De la soberanía y las leyes

Rousseau considera que toda aquella persona que participe del contrato social es soberano, por ende es un bien común el que se
obtiene a través de este contrato. Por esta razón no puede existir una distinción entre soberano e individuo y se debe legislar
bajo la voluntad general. Este tipo de gobierno comienza una vez el pueblo ha madurado moral y políticamente para lograr comprender
e implementar la voluntad general, y que esta sea libre de interferencias.[13] Debido a esto la ley, siempre es general, porque
 considera a las acciones y a las masas, nunca a un individuo. Acerca de las leyes, Rousseau, hace una diferenciación entre la
voluntad general y la voluntad común. Y estas leyes o contractos no pueden ser creadas por la voluntad común, debido que la
voluntad común puede ser buena o mala, pero esta no necesariamente se dirige hacia la voluntad general, lo cual su fin es el
bien común.[14]

Estas leyes son divididas entre las Fundamentales, Civiles y Criminales:[15]

    * Leyes Fundamentales, o Leyes Políticas: establecen las relaciones entre el gobierno u el soberna.
    * Leyes Civiles: establecen la relación de miembro a miembro, o del miembro a las masas.
    * Leyes Criminales: establece la relación entre cada individuo con las leyes y las penalidades por desobedecerlas.

[editar] De la desigualdad entre los hombres

Rousseau planteó algunos de los precedentes políticos y sociales que impulsaron los sistemas de gobiernos nacionales de muchas
de las sociedades modernas[16] estableciendo la raíz de la desigualdad que afecta a los hombres; para él, el origen de dicha
desigualdad era a causa de la constitución de la ley y del derecho de propiedad produciendo en los hombres el deseo de posesión.
 A medida que la especie humana se fue domesticando, los hombres comenzaron a vivir como familia en cabaña y acostumbraban ver
sus vecinos con regularidad. Al pasar más tiempo junto, cada persona acostumbró ver los defectos y virtudes de los demás, creando
el primer paso hacia la desigualdad. "Aquel que mejor cantaba o bailaba, o el más hermoso, el más fuerte, el más diestro o el más
 elocuente, fue el más considerado."[17] En este aspecto, la formación de la sociedad hizo necesario la creación de entidades que
 regularan los derechos y deberes de los hombres, perdiendo estos así la libertad de tomar posesión de lo que tenían a mano, y
los adoctrinó a olvidarse de sus antiguos sentimientos y manera de vivir sencilla y los impulsó a superar a sus semejantes provocando
 la pérdida de la igualdad, o mejor dicho, dando nacimiento a la desigualdad.[18] [19]

En su estudio sobre la desigualdad estableció las diferencias entre el hombre civilizado y el hombre salvaje determinando que las
 situaciones que estos enfrentaban en su diario vivir definían su comportamiento con los demás. El hombre civilizado, motivado por
 un deseo de ser superior a los otros, crea una especie de antifaz que le presenta al mundo con el propósito de crear distinción
entre ellos y los demás.[20] El hombre salvaje no presentaba este problema, visto que su naturaleza lo llevaba a apreciar lo poco
 que tenía en virtud de que poseía todo lo que necesitaba y de que sus pertenencias abarcaban toda la extensión del mundo al que
tenía acceso; cuando sentía hambre contaba con los animales de la selva para saciarla, al anochecer buscaba refugio en una cueva,
su relación con los demás se llevaba en armonía siempre que ambas partes así lo requirieran y que no se presentaran conflictos, y
así mismo todos por igual tenían derecho a una parte de las tierras que habitaban. Según Rousseau, a medida que el hombre salvaje
dejó de concebir lo que la naturaleza le ofrecía como lo prescindible para su subsistencia empezó a ver como su rival a los demás
hombres, su cuerpo no fue más su instrumento, sino que empleó herramientas que no requerían de tanto esfuerzo físico limitando así
sus acciones y concentrándose en el mejoramiento de otros aspectos de su nueva forma de vida, transformándose así en el hombre civilizado.

En su libro Origen De La Desigualdad Entre Los Hombres él dice: "tal es, en efecto, la causa de todas estas diferencias: el salvaje
vive para sí mismo; el hombre social, siempre fuera de sí, no sabe vivir más que en la opinión de los demás; y de ese único juicio
deduce el sentimiento de su propia existencia."

A pesar de que algunos de sus escritos parecían atacar la estructura de la sociedad[21] este era, según Rousseau, el modo de pensar
de sus adversarios, como lo expresa aquí "¿en qué quedamos? ¿Es preciso destruir la sociedad, confundir lo tuyo y lo mío y volver a
vivir en las selvas como los osos? Esta es una consecuencia del modo de pensar de mis adversarios, que tanto me gusta prevenir como
dejarles la vergüenza de deducirla."; su intención no fue la de desmantelar dicha potencia, sino el de hacer de la misma una
comunidad de igualdad donde todos tuvieran la libertad para expresar su pensar y tomar las decisiones que beneficien a todos como
se puede apreciar en El Contrato Social.[22]
[editar] De la formación del hombre

Rousseau hace un estudio de la formación del hombre individual antes de éste "ingresar a la sociedad", con sus primeras obras que
incluyen: Discurso sobre las ciencias y las Artes, Ensayo sobre el origen de las lenguas, y Emilio, o De la educación. En éstas,
se sigue una línea de pensamiento. En la primera y en la segunda, Rousseau identifica los vicios y las virtudes, y en la tercera
propone encaminar al hombre a la virtud haciendo a un lado los vicios. Una de las definiciones Vicio: lo artificial, las artes: las
letras, las lenguas, música,.[23] las ciencias, excesivo uso de razón, expresión de sentimientos que no existen,.[24] "palabras
vacías",[25] la armonía; virtud: lo puro, natural, la melodía, expresión sincera de sentimientos y el "conocimiento necesario".[26]

Las artes,según Rousseau, traen el conocimiento que hace al individuo comportarse de una manera para "ser de agrado a los demás,"
no es un comportamiento natural;[27] en vez de crear una unión entre seres humanos, crean la desigualdad entre ellos. Se crea una
esclavitud a ellas y una esclavitud entre los hombres, se explica con su famosa cita: "las ciencias, las letras y las artes, menos
 despóticas y más potentes acaso, tienden guirnaldas de flores sobre las cadenas de hierro de que están cargados, sofocan en ellos
 el sentimiento de esa libertad original para la que parecían haber nacido" Por lo que entra la educación, que involucra a las artes
como parte del proceso, sin uso excesivo de ellas,[28] a "transformar al individuo liberándolo de las perversiones".[29]
[editar] Botánico

Rousseau descubre tardíamente la botánica, hacia sus 65 años, gustando de herborizar, que lo tranquilizaba, luego de tanta jornada
 de reflexionar, que lo fatigaba y lo entristecía, escribiendo en la séptima Ensoñación del paseante solitario. Así sus Cartas sobre
 la botánica le permiten continuar una reflexión sobre la cultura, en un sentido inmenso, comenzando con el Émile, su tratado de
educación, y su romance Julie, ou la nouvelle Héloïse, donde se interroga sobre el arte de la jardinería.

El hombre, estando desnaturalizado, sin instintos, no puede contemplar la naturaleza, haciendo únicamente áreas habitables y
cultivables, desnaturalizadas, «contorneadas a su modo» en «campiñas artificiales» donde si bien pueden vivir, no resulta más
 que en un país pobre. Y van quedando cada vez menos posibilidades de acceder a lo natural «deberían conocerse y ser dignos de
 ser admirados... La naturaleza semeja estar desordenada a los ojos humanos, y pasar sin atraer la mirada de los poco sensibles,
y que a su vez han desfigurado... Están quienes le aman e intentar buscar y no lo pueden hallar» continua Rousseau en su romance
donde va describiendo como Julie instala al fondo de su vergel un jardín secreto, jugando con lo agradable a lo útil de manera de
hacer un poco de paseo que recuerde a la pura naturaleza: «es verdad, dice ella que la naturaleza hace todo, más bajo mi dirección,
 no habrá más quien le ordene».

Rousseau describe el jardín del hombre que concilia a la vez al humanista y al botánico, como un aspecto útil y placentero donde
pueda estar sin artificios visibles, ni a la francesa, ni a la inglesa: el agua, la verdura, la sombra, y las siembras, como se ve
 en la naturaleza, sin usar la simetría ni alinear los cultivos y los bordes. El hombre de gusto «no se inquietará a punto de su
percepción de bellas perspectivas: el gusto de los puntos de vista solo visibles a muy pocos».

El trabajo de mejorar el suelo y de hacer injertos no devolverá lo natural quitado a la naturaleza, mas, además de que no volverá,
sigue extendiéndose catastróficamente nuestra civilización urbana con consecuencias, más puede forzarse otro destino. Y si el trabajo
de un vergel y de campos sea una necesidad para el hombre, el jardín de «el hombre de gusto» funcionará permitiendo desahogarse,
descansar de momentos de esfuerzo.

Para Rousseau, las melodías y el jardín son del orden de lo humano, de la perfectibilidad, de la imaginación y de las pasiones simples.
 El habla de una música de una temporalidad melódica, por lo tanto habrá procesos educativos que permitan a los humanos de esperar
un devenir «todo lo que podamos ser» o hacer para que la naturaleza no nos haga sufrir.

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